…como sólo podía serlo en la Rumanía de Ceaucescu.
Otilia y Gabita, estudiantes universitarias, son compañeras de habitación en una residencia. El principio de la película muestra a las dos haciendo preparativos para algo que desconocemos. Paulatinamente se desvela. Gabita se ha quedado embarazada. Pero el aborto no es legal y se ve obligada a recurrir a un desconocido y realizar la operación en una habitación de hotel. Otilia le ayuda. El extraño practicará el aborto a la joven pero después de imponer a las dos sus condiciones caprichosas. Sin pretensiones moralizadoras, 4 meses, 3 semanas y 2 días, relata el itinerario de éstas jóvenes a través de una sociedad controlada hasta límites paranoicos.
Ceaucescu suprimió el aborto en Rumanía en 1966. Para lograr su sueño grandioso de una Rumanía étnicamente homogénea, precisaba un alto índice de natalidad rumana, la asimilación forzosa de la minoría húngara y la expulsión de las minorías alemanas y judías, identidades nacionales más vertebradas y menos alienables que la rumana.
En un régimen que asfixiaba la libertad, empleaba la brutalidad como argumento y atentaba contra la naturaleza humana, la juventud –como en todas partes- anhelaba vivir. Es de suponer que si el aborto estaba penalizado, conseguir anticonceptivos no fuese fácil. La única solución: abortar. Alrededor de medio millón de mujeres perdieron la vida en abortos ilegales, muchas desangradas en la soledad de trastiendas y sótanos. Era un problema de connotaciones políticas pero sobre todo culturales, como lo demuestra que la Rumanía actual siga aceptando el aborto como método anticonceptivo válido, con más de 300.000 casos declarados anualmente. Los rumanos, con los albaneses, llegaron en las peores condiciones sociales, morales y culturales a 1989.
El personaje de Otilia sufre la prueba más dura. Su altruismo culmina en un desenlace insospechado y trágico, que en principio no tendría por qué serlo para ella. La experiencia le llevará a cuestionar su relación, que a primera vista parecía idílica. Cuando –de camino a deshacerse de un feto con rasgos humanos ya perfectamente reconocibles- vomita de espanto, no lo hace por miedo a cometer una ilegalidad reprimida implacablemente. Es por la nausea que le provoca lo que ha visto y hecho. A través de ella se revela la inmoralidad de la situación. Hacer algo que va contra nuestra conciencia y contra uno mismo.
Cine de silencios y de dolor. Sin referencias directas al comunismo, se nos habla de aquella etapa patética en la que la gente aprendió a sobrevivir de forma inhumana. La película suscita infinita ternura y compasión hacia las protagonistas. Dos mujeres infelices, viviendo en una época terrible, envueltas en circunstancias que las vuelven más desdichadas, pues el éxito de la operación -las condiciones vejatorias en las que se ha producido provocará en ellas secuelas imborrables- no hace sino adentrarlas en una senda sórdida y devastadora.
Otilia y Gabita, estudiantes universitarias, son compañeras de habitación en una residencia. El principio de la película muestra a las dos haciendo preparativos para algo que desconocemos. Paulatinamente se desvela. Gabita se ha quedado embarazada. Pero el aborto no es legal y se ve obligada a recurrir a un desconocido y realizar la operación en una habitación de hotel. Otilia le ayuda. El extraño practicará el aborto a la joven pero después de imponer a las dos sus condiciones caprichosas. Sin pretensiones moralizadoras, 4 meses, 3 semanas y 2 días, relata el itinerario de éstas jóvenes a través de una sociedad controlada hasta límites paranoicos.
Ceaucescu suprimió el aborto en Rumanía en 1966. Para lograr su sueño grandioso de una Rumanía étnicamente homogénea, precisaba un alto índice de natalidad rumana, la asimilación forzosa de la minoría húngara y la expulsión de las minorías alemanas y judías, identidades nacionales más vertebradas y menos alienables que la rumana.
En un régimen que asfixiaba la libertad, empleaba la brutalidad como argumento y atentaba contra la naturaleza humana, la juventud –como en todas partes- anhelaba vivir. Es de suponer que si el aborto estaba penalizado, conseguir anticonceptivos no fuese fácil. La única solución: abortar. Alrededor de medio millón de mujeres perdieron la vida en abortos ilegales, muchas desangradas en la soledad de trastiendas y sótanos. Era un problema de connotaciones políticas pero sobre todo culturales, como lo demuestra que la Rumanía actual siga aceptando el aborto como método anticonceptivo válido, con más de 300.000 casos declarados anualmente. Los rumanos, con los albaneses, llegaron en las peores condiciones sociales, morales y culturales a 1989.
El personaje de Otilia sufre la prueba más dura. Su altruismo culmina en un desenlace insospechado y trágico, que en principio no tendría por qué serlo para ella. La experiencia le llevará a cuestionar su relación, que a primera vista parecía idílica. Cuando –de camino a deshacerse de un feto con rasgos humanos ya perfectamente reconocibles- vomita de espanto, no lo hace por miedo a cometer una ilegalidad reprimida implacablemente. Es por la nausea que le provoca lo que ha visto y hecho. A través de ella se revela la inmoralidad de la situación. Hacer algo que va contra nuestra conciencia y contra uno mismo.
Cine de silencios y de dolor. Sin referencias directas al comunismo, se nos habla de aquella etapa patética en la que la gente aprendió a sobrevivir de forma inhumana. La película suscita infinita ternura y compasión hacia las protagonistas. Dos mujeres infelices, viviendo en una época terrible, envueltas en circunstancias que las vuelven más desdichadas, pues el éxito de la operación -las condiciones vejatorias en las que se ha producido provocará en ellas secuelas imborrables- no hace sino adentrarlas en una senda sórdida y devastadora.
Aunque la película retrate una época pasada, hay en ella algo atemporal. Personajes como el Dr. Morín muestran la intimidad y la miseria del alma humana. El abismo hacia el que nos empuja nuestra propia degeneración.
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