Mientras la ONU, la UE, y, sobre todo, EEUU intensifica sus esfuerzos para impedir que Irán desarrolle armas nucleares, el representante especial de Rodríguez Zapatero en la Alianza de Civilizaciones, Máximo Cajal, cuestiona que el régimen iraní no pueda disponer de armamento atómico.
En su libro El retorno de la antigüedad, Robert D. Kaplan explica cómo la política internacional sigue siendo una cuestión de qué es lo que uno puede hacerle a otro. En términos hobbesianos, la capacidad de castigar. Efectivamente, la principal lección que nos dejó la Guerra Fría es que el arma nuclear dota a su dueño de un enorme grado de impunidad. Si en 1991 Saddam Hussein hubiese dispuesto de armas nucleares para amenazar a EEUU o a cualquiera de sus aliados, ¿se habría actuado para liberar a Kuwait y defender los intereses energéticos de todo Occidente? ¿Por qué se intervino en Kosovo y no en Chechenia?
El reciente conflicto entre Israel y Hezbolá ha puesto de manifiesto cual es, realmente, el tema clave en Oriente Próximo. Irán ha sido el único beneficiario de esta guerra inconclusa. El actual régimen iraní aspira a ser la potencia regional dominante en la zona y, con su actual presidente, a exportar su revolución fundamentalista a otros países musulmanes. Para ello quiere conseguir el arma atómica. Mediante la exaltación del sentimiento anti-occidental por la publicación de unas caricaturas o el recrudecimiento del conflicto palestino-israelí a través de su hechura Hezbolá (un arma que volverá a utilizar cuando lo crea necesario), Irán distrae la atención mundial de su programa nuclear, ganando tiempo para enriquecer uranio. Además, al verse reforzado, Teherán podría lanzar una campaña contra las fuerzas norteamericanas en Irak, usando milicias chiíes y fuerzas paramilitares iraníes. También podría expandir su influencia en Afganistán, contribuyendo así a desestabilizar aún más el Oriente Próximo.
Si Irán se hiciese con armas nucleares, las consecuencias para la región y Occidente serían muy peligrosas. Una de las principales voces de la disidencia iraní, Azar Nafisi, autora del espléndido libro, Leyendo a Lolita en Teherán, y que actualmente reside en EEUU, opina que de conseguirlas se las entregaría, sin duda, a Hezbolá, Siria e incluso Al-Qaeda. Por otro lado, es poco probable que el Estado judío esté dispuesto a consentir que un país cuyo presidente ha expresado recientemente que Israel debería ser borrado del mapa, se convierta en potencia atómica. No se puede descartar un ataque similar al de 1981 contra Irak por parte de la aviación israelí. Tal eventualidad provocaría una crisis regional que podría devenir en global, dada la convergencia en la zona de intereses energéticos de muchos países, algunos de ellos nucleares.
Una prestigiosa revista estadounidense de temas internacionales publicaba recientemente un artículo que decía: “la clave para resolver el problema nuclear iraní radica en el destino del movimiento democrático del país”, y que el régimen iraní quiere contar con una bomba nuclear “por la misma razón por la que lo hace todo: su empeño monomaníaco de autopreservación”. ¿Qué deberían hacer EEUU y sus amigos? Parece que sólo la creación de un autogobierno moderado en Irak, Irán y otros Estados de la región traerá una paz duradera y la no-proliferación. Eso pretende EEUU. Hacia eso deberían intensificar sus esfuerzos NNUU y la UE.
No lo hará así el actual régimen de Teherán.
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