Los días 27 y 28 del pasado mes de octubre se celebró en Alicante, bajo Presidencia española, la XIII reunión del Foro Mediterráneo. Acudieron los Ministros de Asuntos Exteriores de los países que lo conforman: España, Portugal, Francia, Italia, Grecia, Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto, Turquía y Malta. Es éste un foro de diálogo y concertación entre dichos países, promoviendo una cooperación más estrecha entre ellos y actuando también como laboratorio de ideas para el Proceso de Barcelona.
Días después un Embajador español expresaba su disgusto por la escasa proyección mediática que había tenido esta cita. “Se han reunido los ministros de 11 países y algunos dicen que tiene una relevancia menor”, era su comentario.
En el Ministerio de Asuntos Exteriores español hay gente que trabaja mucho y bien. El problema suele llegar a la hora de capitalizar ese trabajo y sus resultados. Los vendedores, claro está, son los políticos. Como ejemplo reciente, tenemos la Cumbre de Barcelona de noviembre de 2005. La frase del Presidente Zapatero, “hay que aprobarlo como sea”, fue interpretada como falta de interés por los asuntos exteriores por parte del Jefe del Gobierno y ha permanecido en la mente de los ciudadanos, eclipsando los resultados positivos de aquella cumbre, que los hubo y muchos.
El enfado de este Embajador está parcialmente justificado. La preparación se hizo con cuidado y antelación. Los documentos elaborados apenas sufrieron modificaciones, indicativo de lo acertado de su contenido. Pero a mi modo de ver, la falta de interés por parte de la prensa corresponde a la pérdida de peso internacional que ha experimentado España desde la llegada al poder del actual gobierno.
Podemos valorar el apoyo de Aznar a la intervención en Irak, pero igualmente, debemos analizar si la forma en la que nos marchamos de allí fue la más acertada. La consecuencia ha sido la pérdida de credibilidad de nuestro potencial militar. Igualmente, nuestra participación en la reciente cumbre de Países No Alineados en La Habana, la foto del Presidente Zapatero con un pañuelo palestino alrededor del cuello, o los constantes guiños a personajes como Castro, Hugo Chávez o Evo Morales han dañado gravemente nuestra imagen internacional. Por no hablar del apoyo expresado por nuestro representante en la Alianza de Civilizaciones a la nuclearización de Irán.
Parece que la política de Zapatero tiende a perjudicar a Occidente, y particularmente a España, donde se muestra siempre benevolente con los posibles enemigos de dentro y de fuera. La política interna del actual ejecutivo causa perplejidad y preocupación en algunos países occidentales. EEUU ha mostrado su inquietud por el efecto desestabilizador que podría producirse si los procesos de reforma estatutaria, puestos en marcha en España, animan otros parecidos en el resto de Europa. Igualmente, la negociación en marcha con la banda terrorista ETA ha sido motivo de una profunda división a nivel continental, como ha demostrado la reciente votación en el Parlamento Europeo.
Zapatero es, seguramente, el líder europeo que menos viajes ha realizado al exterior hasta la fecha. Sin hablar de sus desplantes a países como Polonia o Rusia por motivos poco serios. Las escasas veces que ofrece ruedas de prensa, a éstas no acude prácticamente ningún corresponsal extranjero, y las preguntas que recibe suelen estar relacionadas con temas domésticos.
La opinión del Presidente del Gobierno Español sobre temas internacionales no suscita interés alguno. Y por tanto, la repercusión de cualquier iniciativa española en este terreno será también escasa.
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