La principal característica que define al realismo es que las relaciones internacionales están gobernadas por una moral diferente a la que rige las políticas nacionales. Hans Morgenthau, el padre de esta teoría, dice que la ética moral, en lo abstracto, juzga las acciones humanas de acuerdo con su conformidad con la ley moral; la ética política las juzga de acuerdo con sus consecuencias políticas. El realismo conlleva una aplicación pragmática del poder y establece que las relaciones internacionales son una lucha entre los Estados por ese poder, para defender sus intereses.
En mi opinión, el realismo ha dominado las relaciones internacionales, prácticamente, hasta hoy en día. Cuando un estado ha tenido poder y, sobre todo, voluntad para ejercerlo, lo ha ejercido.
El realismo ha estado presente en la esfera internacional en el siglo XX. Después de que Hitler alterara el equilibrio de poder en Europa, Churchill, anti-comunista acérrimo, no dudó en aliarse con Stalin para hacer frente a lo que consideraba un mal mayor. Igualmente, es posible que los acuerdos de Dayton de 1995 no hubieran frenado el genocidio en Bosnia, si los EEUU no hubiesen reestablecido antes el equilibrio de fuerzas en la antigua Yugoslavia armando a las tropas croatas frente a las serbias.
En consecuencia, los realistas creen que los derechos humanos se extienden y se universalizan resolviendo relaciones de poder de forma que hagan más predecible y claro el castigo a los “injustos”. También, tienen en común su pesimismo, su falta de fé en que el progreso hacia un orden internacional más justo y pacífico pueda realizarse al margen del poder. Hechos como las matanzas de Vukovar y de Srebrenica, ocurridas en Yugoslavia, justifican, a mi modo de ver, esa falta de fé.
La principal lección que se puede extraer de los últimos años del siglo XX, es que las intervenciones en defensa de valores universales únicamente se han producido cuando han existido intereses más importantes detrás. No se trata de que las políticas exteriores de los países sean amorales, pues así, ninguna alianza ni tratado sería factible. Pero desde el punto de vista de los realistas, una política exterior guiada por imperativos morales estaría condenada al fracaso.
Nos guste o no, el mundo sigue siendo un lugar donde varios poderes que representan distintos valores y grados de altruismo compiten entre sí.
La intervención, por tanto, incluso con voluntad y fuerza necesaria para llevarla a cabo, será siempre selectiva. Con toda la carga de realismo que eso conlleva. El mismo hecho de que NU tenga éxito y se logre instaurar una sociedad global, se convierte en cuestionable desde el punto de vista realista, porque como nos recuerda Richard Nixon, “lo que mueve al mundo para bien o para mal, es el poder, y ninguna nación soberana va a renunciar a su poder a favor de NNUU ni ningún otro organismo –ni ahora ni nunca.”
Los realistas opinan que el conflicto es intrínseco a la humanidad. A lo largo de la historia, las ideas y las aspiraciones materiales han supuesto división y han llevado al enfrentamiento y a la guerra. En mi opinión, esto no va a cambiar. Debemos aceptar la presencia permanente del conflicto en las relaciones internacionales y elaborar políticas que tengan esto en cuenta.
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