Umbral era el dardo en la palabra. Campmany y él, la ironía elegante. Su fuerte carácter y voz profunda, le alejaban de su escritura, fluida y hermosa. Dueño de frases que plasmaban un pensamiento lúcido, sus textos eran claros y leerlos sencillo. Su memoria, prodigiosa.
El gran Umbral era el que escribía sobre literatura y escritores. Sus columnas incluían referencias constantes y una capacidad de síntesis imposibles sin una cultura profunda. En palabras de Delibes, “dijo cosas y las dijo bien”. Su último libro, Amado siglo XX, es un prodigio de sabiduría cultural de nuestro siglo anterior, que fue –y sigue siendo- de unos contra otros. Cine, periodismo, literatura, política… todo tiene cabida en este tomo memorístico.
Dijo Unamuno que el periodismo destrozaba la literatura. El rector de la Universidad de Salamanca no tuvo la suerte de leer al de Valladolid, que uno es de donde pasa su infancia. Umbral logró la simbiosis perfecta entre ambos. Sus columnas diarias conformaban una obra coherente, dominada por la calidad literaria y la independencia de criterio. A lo largo de su trayectoria, Umbral dio muestras de ser una de las miradas más incisivas y críticas de la sociedad contemporánea española, lo que nunca restó fuerza al sentimiento y al lirismo de sus libros.
Umbral era coherencia y sentido común. Nunca imaginó otra profesión. Desde niño la lectura fue el centro de su vida. Leía cuanto caía en sus manos. Autodidacta y empeñado en ser escritor desde niño, consideraba vivir y escribir la misma cosa. El sobre él mismo: “Su vida avanzaba con el mismo ritmo que su escritura. Hombre, vida y obra eran ya una tríada que se adentraba en los bosques de lo muy vivido.”
Fue de los primeros en desengañarse del socialismo que traía Felipe González. Cómo Ortega, supo ver que “no era eso.” Aquellos años “que debieron ser rojos y no lo fueron”, le hicieron iniciar “su largo viaje a la derecha.” Esta frase que le dedica a Campmany, sirve para definirle a él: “Que se tenía por liberal y seguramente lo era, cuando esta palabra significaba algo en el sistema de valores. Hoy los valores han sido sustituidos por marcas.” Umbral creía en el individuo, en la capacidad creadora del hombre, porque él era un creador. Nadie que se precie de liberal puede hoy formar parte de esta izquierda, que no es ni una cosa ni otra.
Vivió en el siglo XX, en el que más libros se han escrito. Y se quedó en el umbral de este siglo XXI, que cada vez lee menos, porque para él leer era también saber elegir. Cuando recibió el Premio Cervantes, en su discurso dejó aviso de lo que estaba ocurriendo: “La muerte de los libros y la herida en la idea.”
El gran Umbral era el que escribía sobre literatura y escritores. Sus columnas incluían referencias constantes y una capacidad de síntesis imposibles sin una cultura profunda. En palabras de Delibes, “dijo cosas y las dijo bien”. Su último libro, Amado siglo XX, es un prodigio de sabiduría cultural de nuestro siglo anterior, que fue –y sigue siendo- de unos contra otros. Cine, periodismo, literatura, política… todo tiene cabida en este tomo memorístico.
Dijo Unamuno que el periodismo destrozaba la literatura. El rector de la Universidad de Salamanca no tuvo la suerte de leer al de Valladolid, que uno es de donde pasa su infancia. Umbral logró la simbiosis perfecta entre ambos. Sus columnas diarias conformaban una obra coherente, dominada por la calidad literaria y la independencia de criterio. A lo largo de su trayectoria, Umbral dio muestras de ser una de las miradas más incisivas y críticas de la sociedad contemporánea española, lo que nunca restó fuerza al sentimiento y al lirismo de sus libros.
Umbral era coherencia y sentido común. Nunca imaginó otra profesión. Desde niño la lectura fue el centro de su vida. Leía cuanto caía en sus manos. Autodidacta y empeñado en ser escritor desde niño, consideraba vivir y escribir la misma cosa. El sobre él mismo: “Su vida avanzaba con el mismo ritmo que su escritura. Hombre, vida y obra eran ya una tríada que se adentraba en los bosques de lo muy vivido.”
Fue de los primeros en desengañarse del socialismo que traía Felipe González. Cómo Ortega, supo ver que “no era eso.” Aquellos años “que debieron ser rojos y no lo fueron”, le hicieron iniciar “su largo viaje a la derecha.” Esta frase que le dedica a Campmany, sirve para definirle a él: “Que se tenía por liberal y seguramente lo era, cuando esta palabra significaba algo en el sistema de valores. Hoy los valores han sido sustituidos por marcas.” Umbral creía en el individuo, en la capacidad creadora del hombre, porque él era un creador. Nadie que se precie de liberal puede hoy formar parte de esta izquierda, que no es ni una cosa ni otra.
Vivió en el siglo XX, en el que más libros se han escrito. Y se quedó en el umbral de este siglo XXI, que cada vez lee menos, porque para él leer era también saber elegir. Cuando recibió el Premio Cervantes, en su discurso dejó aviso de lo que estaba ocurriendo: “La muerte de los libros y la herida en la idea.”
A mí me gusta su forma de acabar Amado siglo XX: “Umbral contempló su obra con sosiego y se tumbó a descansar.”
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