Cada mañana ZP se dice que gobernar España es sencillo y cualquier español podría ser presidente del gobierno. Extraña manera de devaluarse a uno mismo.
Ahora se reconoce que la crisis económica es real. Y aunque tenemos que sacudirnos esta idea de que toda necesidad es un derecho y se nos de todo gratis, este tiempo que se ha negado la mayor, ha sido tiempo perdido. Al final, las medidas más eficaces serán las que adopte uno mismo.
Sorprendía esta crisis que desde el gobierno calificaban de mundial pero negaban fuera a afectar a nuestro país. Ignorar que un problema originado en un lugar del mundo puede provocar reacciones en otro, que en principio no tendría porque verse afectado, sólo puede ser producto de un pensamiento neciamente anti-globalización.
La construcción, motor de la economía española, se ha desinflado. Quiebran constructoras y no se pagan los créditos a los bancos. Suben los precios y las hipotecas no bajan. Los inmigrantes que han venido a trabajar encontrarán que en los últimos 12 meses el paro ha aumentado un 11,7%. Trabajar es un elemento esencial en el proceso de integración social. Sin trabajo, se produce alienación. Hay superávit, insisten, pero –como decía Joaquín Leguina- cuando la economía se derrumba, éste desaparece.
El ex director del Fondo Monetario Internacional, Rodrigo Rato, ha asegurado que si la restricción de los créditos por parte del sistema financiero continúa varios trimestres "nos metería en una situación muy complicada". Y ha comparado la situación actual con la crisis de 1930.
ETA ha anunciado que seguirá matando y Rubalcaba advertía que vienen tiempos duros. ANV, o sea ETA, o sea “la cosa que mata”, ha vuelto a las instituciones por la falta de voluntad del gobierno de impedirlo. Nuestro dinero volverá a financiar asesinatos etarras. Este presidente ha admitido haber engañado a los españoles en un asunto tan delicado. La estrategia antiterrorista no parece haber cambiado. ¿Cómo se puede plantear la firma de un pacto antiterrorista con el mismo PNV que permite a franquicias etarras gobernar en algunos ayuntamientos vascos y navarros, como en Mondragón, donde fue asesinado Isaías Carrasco? De nuevo, ¿en que manos estamos?
Estos desafíos llegan en el peor momento, con una España debilitada y desunida por una política territorial que ha quebrado la solidaridad entre españoles. La “guerra del agua” y la ofensiva contra el castellano, así lo evidencia. También vemos cómo las comunidades gobernadas por partidos minoritarios y radicales que desprecian la democracia y a los españoles, reciben el mayor porcentaje de nuestros impuestos, en un reparto injusto, desigual e inmoral.
ZP ha demostrado su habilidad para mantenerse en el poder, pero no su capacidad para gobernar. Ha hecho buena aquella definición de la política como el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después remedios equivocados.
La crisis en España es total y de repente Zapatero se encuentra en una situación en la que es necesario gobernar de verdad, administrar recursos y tomar decisiones trascendentales, incluso impopulares, pero de las que depende el bienestar de muchas personas. Y eso no lo puede hacer cualquiera.
Ahora se reconoce que la crisis económica es real. Y aunque tenemos que sacudirnos esta idea de que toda necesidad es un derecho y se nos de todo gratis, este tiempo que se ha negado la mayor, ha sido tiempo perdido. Al final, las medidas más eficaces serán las que adopte uno mismo.
Sorprendía esta crisis que desde el gobierno calificaban de mundial pero negaban fuera a afectar a nuestro país. Ignorar que un problema originado en un lugar del mundo puede provocar reacciones en otro, que en principio no tendría porque verse afectado, sólo puede ser producto de un pensamiento neciamente anti-globalización.
La construcción, motor de la economía española, se ha desinflado. Quiebran constructoras y no se pagan los créditos a los bancos. Suben los precios y las hipotecas no bajan. Los inmigrantes que han venido a trabajar encontrarán que en los últimos 12 meses el paro ha aumentado un 11,7%. Trabajar es un elemento esencial en el proceso de integración social. Sin trabajo, se produce alienación. Hay superávit, insisten, pero –como decía Joaquín Leguina- cuando la economía se derrumba, éste desaparece.
El ex director del Fondo Monetario Internacional, Rodrigo Rato, ha asegurado que si la restricción de los créditos por parte del sistema financiero continúa varios trimestres "nos metería en una situación muy complicada". Y ha comparado la situación actual con la crisis de 1930.
ETA ha anunciado que seguirá matando y Rubalcaba advertía que vienen tiempos duros. ANV, o sea ETA, o sea “la cosa que mata”, ha vuelto a las instituciones por la falta de voluntad del gobierno de impedirlo. Nuestro dinero volverá a financiar asesinatos etarras. Este presidente ha admitido haber engañado a los españoles en un asunto tan delicado. La estrategia antiterrorista no parece haber cambiado. ¿Cómo se puede plantear la firma de un pacto antiterrorista con el mismo PNV que permite a franquicias etarras gobernar en algunos ayuntamientos vascos y navarros, como en Mondragón, donde fue asesinado Isaías Carrasco? De nuevo, ¿en que manos estamos?
Estos desafíos llegan en el peor momento, con una España debilitada y desunida por una política territorial que ha quebrado la solidaridad entre españoles. La “guerra del agua” y la ofensiva contra el castellano, así lo evidencia. También vemos cómo las comunidades gobernadas por partidos minoritarios y radicales que desprecian la democracia y a los españoles, reciben el mayor porcentaje de nuestros impuestos, en un reparto injusto, desigual e inmoral.
ZP ha demostrado su habilidad para mantenerse en el poder, pero no su capacidad para gobernar. Ha hecho buena aquella definición de la política como el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después remedios equivocados.
La crisis en España es total y de repente Zapatero se encuentra en una situación en la que es necesario gobernar de verdad, administrar recursos y tomar decisiones trascendentales, incluso impopulares, pero de las que depende el bienestar de muchas personas. Y eso no lo puede hacer cualquiera.
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