Recientemente, Cayetana Álvarez de Toledo analizaba (EL MUNDO 14-09-2007), desde mi punto de vista, la gran tragedia de la izquierda española y de este país.
Decía: “No son argumentos objetivos, sino reflejos instintivos, los que todavía impiden a muchos españoles preocupados por España, apoyar al PP. Prejuicios, recelos y aversiones ligados a nuestra historia colectiva y nuestras historias individuales. El fondo de la cuestión no está en un análisis racional, sino en lo que podríamos llamar el bloqueo biográfico que sufre buena parte de la izquierda española.” Estamos “ante una cuestión ontológica: ser de izquierdas es una cuestión de piel, irracional, atávica, existencial.”
La lectura me recordó una conversación con un amigo. Acorralado y sin argumentos, acabó confesando que votaba izquierda “porque le salía de los cojones.” Un exabrupto muy racional. O aquella otra con una amiga diplomática, también de izquierdas. Ante la misma pregunta, reconocía cómo la izquierda llena el vacío intelectual de su ideología con los “ismos”: ecologismo, feminismo, multiculturalismo, cualquier “colectivismo.” Su frase: “votar derecha es votar gestión; votar izquierda, votar valores.” Pero como dijo Umbral, “hoy los valores han sido sustituidos por marcas.” No le faltaba razón, ZP ha hecho una hasta del Gobierno Español.
Gabriel Albiac es más sutil: “No hay realidad que pueda con un sistema de prejuicios bien codificado.” Muchos votantes de izquierda todavía asocian la derecha con Guerra Civil, dictadura, herencia del franquismo. Como si la Transición no hubiera tenido lugar. O lo que es peor, como si no hubiese reconciliación posible en su imaginario. Y esto es peligroso, porque implica pensar que sólo la izquierda está legitimada para ostentar el poder.
Pero historia y hechos son testarudos. El crecimiento económico que trajo el Franquismo permitió el desarrollo, por primera vez en España, de una clase media. Y fue ésta quien al reclamar más prosperidad, reclamó más libertad y, finalmente, la democracia; fueron hombres del Régimen como Adolfo Suárez, Osorio, Areilza, Marcelino Oreja, Landelino Lavilla, Gutiérrez Mellado… conservadores pero liberales, quienes -con el apoyo y colaboración del actual Rey- diseñaron y lideraron la Transición; ha sido el Partido Popular quien ha traído las mayores cotas de desarrollo económico, nos ha insertado definitivamente en Europa, ha defendido y respetado escrupulosamente la Constitución, salvaguardado los derechos individuales y acorralado al terrorismo etarra.
Surge ahora un partido de izquierdas liderado por Rosa Díez, que dice no fiarse ya de Zapatero. Hay que felicitarla pues sabemos qué significa enfrentarse a la secta (recordar el caso Hermann Terscht). Pero cómo dice Cayetana, “en la encrucijada en la que nos hallamos, ¿cómo se explica que Rosa Díez y Regina Otaola no luchen de la mano?” Condenado a ser un partido minoritario, ¿puede cambiar realmente las cosas? ¿Acaso no es otra forma de disgregar la soberanía nacional?
Lo que falta en España no son partidos ni leyes; sobran ambos. Sí falta que la izquierda haga examen de conciencia y se libere de sus prejuicios. Que se amplíe el sector de población con capacidad de actuar a modo de bisagra, que vote sin complejos inclinando las elecciones hacia un lado u otro, según convenga al país en ese momento.
Decía: “No son argumentos objetivos, sino reflejos instintivos, los que todavía impiden a muchos españoles preocupados por España, apoyar al PP. Prejuicios, recelos y aversiones ligados a nuestra historia colectiva y nuestras historias individuales. El fondo de la cuestión no está en un análisis racional, sino en lo que podríamos llamar el bloqueo biográfico que sufre buena parte de la izquierda española.” Estamos “ante una cuestión ontológica: ser de izquierdas es una cuestión de piel, irracional, atávica, existencial.”
La lectura me recordó una conversación con un amigo. Acorralado y sin argumentos, acabó confesando que votaba izquierda “porque le salía de los cojones.” Un exabrupto muy racional. O aquella otra con una amiga diplomática, también de izquierdas. Ante la misma pregunta, reconocía cómo la izquierda llena el vacío intelectual de su ideología con los “ismos”: ecologismo, feminismo, multiculturalismo, cualquier “colectivismo.” Su frase: “votar derecha es votar gestión; votar izquierda, votar valores.” Pero como dijo Umbral, “hoy los valores han sido sustituidos por marcas.” No le faltaba razón, ZP ha hecho una hasta del Gobierno Español.
Gabriel Albiac es más sutil: “No hay realidad que pueda con un sistema de prejuicios bien codificado.” Muchos votantes de izquierda todavía asocian la derecha con Guerra Civil, dictadura, herencia del franquismo. Como si la Transición no hubiera tenido lugar. O lo que es peor, como si no hubiese reconciliación posible en su imaginario. Y esto es peligroso, porque implica pensar que sólo la izquierda está legitimada para ostentar el poder.
Pero historia y hechos son testarudos. El crecimiento económico que trajo el Franquismo permitió el desarrollo, por primera vez en España, de una clase media. Y fue ésta quien al reclamar más prosperidad, reclamó más libertad y, finalmente, la democracia; fueron hombres del Régimen como Adolfo Suárez, Osorio, Areilza, Marcelino Oreja, Landelino Lavilla, Gutiérrez Mellado… conservadores pero liberales, quienes -con el apoyo y colaboración del actual Rey- diseñaron y lideraron la Transición; ha sido el Partido Popular quien ha traído las mayores cotas de desarrollo económico, nos ha insertado definitivamente en Europa, ha defendido y respetado escrupulosamente la Constitución, salvaguardado los derechos individuales y acorralado al terrorismo etarra.
Surge ahora un partido de izquierdas liderado por Rosa Díez, que dice no fiarse ya de Zapatero. Hay que felicitarla pues sabemos qué significa enfrentarse a la secta (recordar el caso Hermann Terscht). Pero cómo dice Cayetana, “en la encrucijada en la que nos hallamos, ¿cómo se explica que Rosa Díez y Regina Otaola no luchen de la mano?” Condenado a ser un partido minoritario, ¿puede cambiar realmente las cosas? ¿Acaso no es otra forma de disgregar la soberanía nacional?
Lo que falta en España no son partidos ni leyes; sobran ambos. Sí falta que la izquierda haga examen de conciencia y se libere de sus prejuicios. Que se amplíe el sector de población con capacidad de actuar a modo de bisagra, que vote sin complejos inclinando las elecciones hacia un lado u otro, según convenga al país en ese momento.
Urge ahora más que nunca.
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