Apenas han transcurrido un par de semanas desde que dos F-16 norteamericanos hicieran saltar por los aires la guarida de Abu Musa al Zarqaui, y el Decapitador de Bagdad ya tiene sucesor. Se llama Abu Hamza Al Muhayer.
Según indicó el portavoz militar estadounidense en Bagdad, Mayor General William Caldwell, Muhayer se entrenó en Afganistán y es experto en explosivos; es una figura clave de Al Qaeda en Irak y es el responsable de facilitar el movimiento de combatientes extranjeros de Siria a Bagdad. También precisó que es un terrorista desde 1982, empezando por su implicación en la Yihad Islámica Egipcia, que estaba dirigida por el número dos de Osama bin Laden, Ayman al Zawahiri.
En el comunicado de Al Qaeda donde se informa sobre este hecho, Muhayer es descrito como un "hermano respetable" con "un pasado de yihad (guerra santa) y grandes conocimientos". Al igual que su antecesor, con seguridad es un paranoico peligroso que cree que hay que imponer la fe de Mahoma en todo el mundo y a toda costa. Como dice el periodista Alfonso Rojo, tendremos noticias suyas en breve y muy negras.
Zarqaui deja tras de si un estremecedor reguero de sangre incluyendo decapitaciones en directo, como la del ciudadano norteamericano Nicholas Berg. Muhayer, en su empeño por hacerse un nombre, lo dejará también. Para ambos, el terror es tanto un medio como un fin.
El primero impulsó su liderazgo matando a civiles iraquíes y azuzando la violencia entre suníes y chiíes. Su desaparición es una buena noticia para el conjunto de los iraquíes que se han librado de un sanguinario terrorista, reconocido culpable de los peores crímenes cometidos en los últimos años en aquel país. Esto merece ser recordado a la hora de juzgar la contundencia de los medios utilizados por el ejército norteamericano para actuar en este caso.
La eliminación del terrorista más buscado en Irak ofrece la oportunidad al nuevo gobierno para cambiar la situación. Pero la aparición de su sustituto obliga a abandonar cualquier sentimiento de euforia, porque ya sabemos que el esquema de organización yihadista permite a los terroristas seguir actuando más allá de la desaparición física de uno de sus cabecillas.
Abu Graib, Guantánamo, al igual que los hechos recientes en la aldea iraquí de Haditha, donde murieron civiles, han supuesto para Estados Unidos críticas durísimas. En el caso de la cárcel iraquí, los culpables fueron condenados. Y la Cruz Roja ha denunciado la situación de los presos en la base de Cuba porque se le ha permitido el acceso a ellos. En el último caso, los marines implicados han sido absueltos por las investigaciones por considerar que era zona de alto riesgo (9 soldados habían perdido la vida la semana anterior, uno por la explosión de un artefacto casero) y que respondían a fuego enemigo.
Aún así algunos son incapaces de llamar a las cosas por su nombre e insisten en conceder el beneficio de la duda a sospechosos de ser terroristas extranjeros antes que a hombres y mujeres de uniforme. A estos les recordaré que mientras el asesinato de civiles es y continúa siendo una excepción en la historia militar americana, es y seguirá siendo el estilo de vida de los yihadistas.
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