La finalidad del político es el poder. Lograrlo y conservarlo. Ahora bien, la forma de detentar el poder es la extensión de los principios y valores que un político tiene como persona. Las ideas tienen consecuencias y en democracia, las formas son tan importantes como el fondo.
ZP llegó a La Moncloa sin condenar las agresiones verbales y físicas que sufrieron militantes del PP tras los atentados del 11-M. Igualmente, toleró las palabras de Rubalcaba, en lo que era una clara violación de la jornada de reflexión. Recientemente, hemos visto a este Presidente decir que existía una crisis económica internacional que, curiosamente, afectaba a todas las naciones del mundo pero no a España.
ZP ganó las elecciones de marzo y ahora vemos que lo pronosticado por Francisco Pizarro en su debate con Pedro Solbes, se hace realidad.
Resulta que la oposición hizo un diagnóstico más acertado de la situación económica que el Gobierno. También, cuando Europa publica sus informes económicos sobre España, el Gobierno responde diciendo que ya en otras ocasiones se equivocaron. Pero claro, también se equivocó ZP en su diagnóstico respecto al terrorismo, cómo se demostró –un día después- con la voladura de una terminal de Barajas y la muerte de dos personas.
Eso es algo que este señor que preside España no acaba de alcanzar: que sus acciones y sus palabras tienen efectos, a veces devastadores, sobre 40 millones de personas.
Ahora, el que ha incumplido sus responsabilidades como gobernante, pide responsabilidad a los españoles. El que acusaba de antipatriotas a los que hablaban de la gravedad de la situación económica, apela al patriotismo. El que no trabaja, pide esfuerzo. El que falta a la verdad, pide honestidad, honradez y mesura. El que clama que el Estado es la solución, exige que los ciudadanos se preparen para un año muy duro. El que ha dividido, pide unidad. El que ha roto consensos, pide compromiso. Todo para afrontar una crisis que hasta hace unos meses, cuando ya era evidente y todavía se podían tomar medidas paliativas, negaba.
ZP, un mediocre, se mantiene en el poder, mientras muchos españoles trabajadores y esforzados se deslizan por la pendiente de una crisis que todavía no ha mostrado su peor cara y ante la que él no ha dicho la verdad. “La economía es, entre otras muchas cosas, un estado de ánimo y hay que ser optimista”, decía el Presidente en un plató de TVE a un padre de familia hipotecado, que le mostraba su preocupación ante la posibilidad de perder su empleo. Igual que cuando le dijo a la madre de Irene Villa que entendía cómo se sentía ante el atentado que sufrió su hija, porque él había perdido a su abuelo en la guerra civil. ZP el Empatizador.
La ausencia de ideas en este hombre insustancial, se evidencia al comprobar que los mensajes que lanzó a la cámara de TV, son copiados del discurso de investidura de Obama. Por mucho que Leire Pajín y José Blanco digan que es Obama quien se inspira en ZP.
“No mentí sobre la crisis, no prometí el pleno empleo y no me quedé sentado ante la bandera de los EEUU.” Algunos definen la enajenación como la incapacidad de relacionarse con la realidad, que no es otra cosa que lo que ha sido y es.
ZP llegó a La Moncloa sin condenar las agresiones verbales y físicas que sufrieron militantes del PP tras los atentados del 11-M. Igualmente, toleró las palabras de Rubalcaba, en lo que era una clara violación de la jornada de reflexión. Recientemente, hemos visto a este Presidente decir que existía una crisis económica internacional que, curiosamente, afectaba a todas las naciones del mundo pero no a España.
ZP ganó las elecciones de marzo y ahora vemos que lo pronosticado por Francisco Pizarro en su debate con Pedro Solbes, se hace realidad.
Resulta que la oposición hizo un diagnóstico más acertado de la situación económica que el Gobierno. También, cuando Europa publica sus informes económicos sobre España, el Gobierno responde diciendo que ya en otras ocasiones se equivocaron. Pero claro, también se equivocó ZP en su diagnóstico respecto al terrorismo, cómo se demostró –un día después- con la voladura de una terminal de Barajas y la muerte de dos personas.
Eso es algo que este señor que preside España no acaba de alcanzar: que sus acciones y sus palabras tienen efectos, a veces devastadores, sobre 40 millones de personas.
Ahora, el que ha incumplido sus responsabilidades como gobernante, pide responsabilidad a los españoles. El que acusaba de antipatriotas a los que hablaban de la gravedad de la situación económica, apela al patriotismo. El que no trabaja, pide esfuerzo. El que falta a la verdad, pide honestidad, honradez y mesura. El que clama que el Estado es la solución, exige que los ciudadanos se preparen para un año muy duro. El que ha dividido, pide unidad. El que ha roto consensos, pide compromiso. Todo para afrontar una crisis que hasta hace unos meses, cuando ya era evidente y todavía se podían tomar medidas paliativas, negaba.
ZP, un mediocre, se mantiene en el poder, mientras muchos españoles trabajadores y esforzados se deslizan por la pendiente de una crisis que todavía no ha mostrado su peor cara y ante la que él no ha dicho la verdad. “La economía es, entre otras muchas cosas, un estado de ánimo y hay que ser optimista”, decía el Presidente en un plató de TVE a un padre de familia hipotecado, que le mostraba su preocupación ante la posibilidad de perder su empleo. Igual que cuando le dijo a la madre de Irene Villa que entendía cómo se sentía ante el atentado que sufrió su hija, porque él había perdido a su abuelo en la guerra civil. ZP el Empatizador.
La ausencia de ideas en este hombre insustancial, se evidencia al comprobar que los mensajes que lanzó a la cámara de TV, son copiados del discurso de investidura de Obama. Por mucho que Leire Pajín y José Blanco digan que es Obama quien se inspira en ZP.
“No mentí sobre la crisis, no prometí el pleno empleo y no me quedé sentado ante la bandera de los EEUU.” Algunos definen la enajenación como la incapacidad de relacionarse con la realidad, que no es otra cosa que lo que ha sido y es.
Un iluminado es usted, Sr. Presidente.