viernes, 30 de enero de 2009

El Solucionador (27.01.2009)

La finalidad del político es el poder. Lograrlo y conservarlo. Ahora bien, la forma de detentar el poder es la extensión de los principios y valores que un político tiene como persona. Las ideas tienen consecuencias y en democracia, las formas son tan importantes como el fondo.
ZP llegó a La Moncloa sin condenar las agresiones verbales y físicas que sufrieron militantes del PP tras los atentados del 11-M. Igualmente, toleró las palabras de Rubalcaba, en lo que era una clara violación de la jornada de reflexión. Recientemente, hemos visto a este Presidente decir que existía una crisis económica internacional que, curiosamente, afectaba a todas las naciones del mundo pero no a España.
ZP ganó las elecciones de marzo y ahora vemos que lo pronosticado por Francisco Pizarro en su debate con Pedro Solbes, se hace realidad.
Resulta que la oposición hizo un diagnóstico más acertado de la situación económica que el Gobierno. También, cuando Europa publica sus informes económicos sobre España, el Gobierno responde diciendo que ya en otras ocasiones se equivocaron. Pero claro, también se equivocó ZP en su diagnóstico respecto al terrorismo, cómo se demostró –un día después- con la voladura de una terminal de Barajas y la muerte de dos personas.
Eso es algo que este señor que preside España no acaba de alcanzar: que sus acciones y sus palabras tienen efectos, a veces devastadores, sobre 40 millones de personas.
Ahora, el que ha incumplido sus responsabilidades como gobernante, pide responsabilidad a los españoles. El que acusaba de antipatriotas a los que hablaban de la gravedad de la situación económica, apela al patriotismo. El que no trabaja, pide esfuerzo. El que falta a la verdad, pide honestidad, honradez y mesura. El que clama que el Estado es la solución, exige que los ciudadanos se preparen para un año muy duro. El que ha dividido, pide unidad. El que ha roto consensos, pide compromiso. Todo para afrontar una crisis que hasta hace unos meses, cuando ya era evidente y todavía se podían tomar medidas paliativas, negaba.
ZP, un mediocre, se mantiene en el poder, mientras muchos españoles trabajadores y esforzados se deslizan por la pendiente de una crisis que todavía no ha mostrado su peor cara y ante la que él no ha dicho la verdad. “La economía es, entre otras muchas cosas, un estado de ánimo y hay que ser optimista”, decía el Presidente en un plató de TVE a un padre de familia hipotecado, que le mostraba su preocupación ante la posibilidad de perder su empleo. Igual que cuando le dijo a la madre de Irene Villa que entendía cómo se sentía ante el atentado que sufrió su hija, porque él había perdido a su abuelo en la guerra civil. ZP el Empatizador.
La ausencia de ideas en este hombre insustancial, se evidencia al comprobar que los mensajes que lanzó a la cámara de TV, son copiados del discurso de investidura de Obama. Por mucho que Leire Pajín y José Blanco digan que es Obama quien se inspira en ZP.
“No mentí sobre la crisis, no prometí el pleno empleo y no me quedé sentado ante la bandera de los EEUU.” Algunos definen la enajenación como la incapacidad de relacionarse con la realidad, que no es otra cosa que lo que ha sido y es.
Un iluminado es usted, Sr. Presidente.

Caricaturas (18.12.2008)

Se lo escuché primero a Gabriel Albiac y más tarde a un Embajador: “el problema con nuestros políticos, es que caen fácilmente en la caricatura.” Tarde o temprano ocurre, es cierto, pero ZP ha batido records.
En España, el problema se agrava por la ausencia de una separación de poderes real y efectiva. El Ejecutivo y el Legislativo son uno y el mismo, siendo muy difícil separar donde acaba la capacidad de crear leyes y donde empieza la de ejecutarlas. ¿Cómo se va a diferenciar si apenas se distingue entre gobierno y partido? Mientras existan listas cerradas y la disciplina de partido que de ellas deriva, faltará una mayor participación ciudadana en la vida política y un contrapeso y control esencial al poder presidencial.
Al mismo tiempo, la aberrante satisfacción con la que PP y PSOE celebraron hace unos meses el reparto del Poder Judicial, demuestra que en nuestro país, la Justicia no es independiente. Y si ésta no lo es, la democracia tampoco es. Nuestra Carta Magna está muerta, efectivamente, el principio consagrado por Monstesquieu lleva años incumpliéndose. De ahí que la Justicia sea una de las instituciones peor valoradas por los ciudadanos españoles. Y ¿cómo no al observar juicios donde etarras menosprecian a magistrados? Si el terrorista se atreve a amenazar al juez, es que el ciudadano está insuficientemente protegido por la Ley.
Consecuencia de lo anterior, la excesiva concentración de poderes en el Ejecutivo favorece el llamado síndrome de la Moncloa (que no es más que la ida de olla de los políticos a partir de la segunda legislatura), donde un presidente avaro de sus excesivas prerrogativas y ensoberbecido por el poder, no recibe a sus Ministros o, engreído, se aísla, autista a la realidad que le rodea. Reina pero no gobierna.
Hasta aquí elementos achacables al sistema. Ahora, los que a mi modo de ver son achacables a ZP.
Para empezar, este hombre carece de una idea de España, único país del mundo definible como nación de naciones. Desconoce y desprecia su historia, que no es precisamente, la de su abuelo. ZP no se considera heredero de 1978 sino de 1931 y por tanto, dispuesto a cometer los mismos errores de una República que se hundió porque carecía de republicanos y demócratas que la defendieran.
La política que ha venido realizando, caracterizada por actuaciones de cara a la galería -y no a la de tiro precisamente- demuestra una ausencia de fondo y contenido; la falta de preparación intelectual de alguien que no está preparado para ocupar el cargo que detenta. Los actos propagandísticos (Ministerio de Igualdad, quedarse sentado al paso de una bandera aliada, ¿Ministerio del Deporte?…) tienen un efecto a corto plazo, pero no suponen llevar al país en la dirección correcta.
Su confesión a Millás de que todas las noches le repite a su mujer. “no sabes, la cantidad de cientos de miles de españoles que podrían gobernar”, indica que es inconsciente de su responsabilidad como gobernante. La historia demuestra que el poder no es entregable a cualquiera.
Este Presidente ha demostrado ser un peligroso improvisador. Ignora que la realidad y la historia no son una sucesión de acontecimientos estancos e inconexos entre sí, sino un relato continuo, donde las decisiones que se toman en el presente, influyen y moldean el futuro.
“El poder no me va a cambiar”, dijo hace tiempo ZP. Eso es lo triste, ya era así antes de ser presidente.

La peor superpotencia posible (15.12.2008)

Criticar a los EEUU es siempre moda. Este gobierno ha sido especialista, buscando no un diálogo constructivo entre aliados, sino réditos electorales de cara a los más radicales. El interés del partido y de un sólo hombre antes que el interés nacional. La “ética práctica” que practica el Presidente. Únicamente para criticar a Bush y a los neocon –de los que desconoce casi todo- ZP mostraba curiosidad internacional.
Dice Robert Kaplan que “la política exterior de una nación es la extensión de sus principios y valores.” Tras la Segunda Guerra Mundial, los EEUU liberaron y reconstruyeron a los países invadidos por el enemigo y más tarde a las potencias del Eje. La URSS ocupó pero no liberó. Para saber qué principios y valores son superiores, basta comparar la Alemania del Este con la del Oeste, pasearse por Japón o visitar cualquier país antiguamente comunista. Cinco años acabado aquel conflicto, estalló Corea. Hoy, el Sur, gracias al compromiso de los EEUU con su seguridad, es uno de los tigres asiáticos. El Norte, una plasmación demasiado perfecta del Archipiélago Gulag.
Los EEUU costean el sistema europeo de bienestar desde hace más de medio siglo. El gasto que los europeos nos negamos a realizar en Defensa, es el que permite mantener nuestras pensiones y nuestra seguridad social, ahora en crisis por el declive de nuestra demografía. El aparato militar americano nos protegió de los soviéticos y sigue garantizando nuestra seguridad. Cuando hasta Margaret Thatcher mostraba aprensión ante la reunificación alemana, fue la garantía personal de Bush padre la que le tranquilizó y permitió que el proyecto europeo, incompleto sin Alemania, culminara.
El Viejo Mundo descubrió el Nuevo, sí, pero la UE existe gracias a los EEUU.
La superpotencia representa el equilibrio global del poder. Su influencia aporta estabilidad en los lugares más duros del planeta, como la frontera indo-pakistaní. Y ahora, Afganistán e Irak. ¿Y qué otra nación podría o querría brindar la libertad de los mares para comerciar incluyendo el transporte de petróleo y gas, todo gratis?
Lo sorprendente es que habiendo tantos imperialismos (y tan nefastos) en la actualidad, el peso de las críticas europeas recaiga sobre el estadounidense. La pregunta es sencilla: ¿donde goza un ciudadano de mayor libertad? ¿en los EEUU de Bush, donde se celebran elecciones democráticas desde hace 200 años, o en la Venezuela de Hugo Chávez, que acaba de modificar la constitución para poder prolongarse en el poder? ¿en Washington D.C. o en Pekín o Moscú? ¿en Nueva York o en Teherán? ¿En San Francisco o Pyongyang? ¿En Miami o en La Habana?
Cuando la guerra de Irak, se acusó de violar la legalidad internacional a los únicos que habían acudido a NNUU para dotar de cobertura legal una de sus acciones en política exterior. Hubiera sido muy edificante ver a Putin en el Consejo de Seguridad de NNUU, buscando una resolución que autorizase la invasión de Georgia. Sin olvidar que por aquel entonces, se reveló el alto nivel de corrupción y desgobierno del programa de la ONU “Petróleo por alimentos”, un escándalo de proporciones épicas que aún no ha tocado fondo y en el que estaba involucrado el hijo del Secretario General.
Según el informe “Global Trends 2020,” realizado por el Consejo Nacional de Inteligencia de los EEUU, para ese año estaremos ante un mundo multipolar, con China, Rusia, Brasil y la India ejerciendo de contrapeso del poder norteamericano. El último libro de Robert Kagan nos recuerda que la historia demuestra que los sistemas multipolares son mucho más inestables que los unipolares o bipolares. Veremos si los valores que extiendan rusos y chinos son homologables a los occidentales que defienden los EEUU.
Una cosa es que algo vaya a ocurrir y otra muy distinta que deseemos que ocurra. Sin la influencia diplomática, el poder militar, el poder económico y la generosidad sin precedentes de los EEUU, se produciría un vacío de poder en el mundo de consecuencias devastadoras.
Y si no, al tiempo.

Los sorprendidos (28.11.2008)

Tras el asesinato de Luis Conde, algunos descubren que ETA, la cosa que mata desde hace décadas, asesina.
ZP presumía de un “proceso de paz” durante el cual no se producían atentados mortales (las extorsiones y los ataques contra inmuebles seguían). Cuando los hubo, fueron “accidentes”. A Otegui se le calificó como hombre de paz. De Juana Chaos recibió unos miramientos que a Ortega Lara se le tuvieron que atragantar. La inversión de valores fue tal, que posibilitó que aquellos que defendieron los principios que hoy vuelven a ser asumidos como colectivos y necesarios para derrotar al terror, sufrieran un acoso civil terrible.
Pero claro, los mayores dislates e injusticias de la Historia no habrían contado con la aquiescencia de buena parte de la ciudadanía si no hubiesen ido acompañados de una calculada manipulación de la información y del lenguaje.
Otro militar español asesinado por ETA y las lágrimas de la Ministra de Defensa son de cocodrilo. No porque no lamente el crimen, sino porque cree que un cargo oficial es una tribuna para hacer declaraciones ideológicas en vez de servir a los intereses de la nación. Un Ministro de Defensa que presume de pacifista no está capacitado para ostentar dicho cargo, porque defender unos valores democráticos y de libertad puede suponer tener que enterrar, como hemos enterrado ya, a muchos Luis Conde. "Sus lloros son nuestras sonrisas" y "sus lágrimas serán mi alimento para un mes", decía de Juana Chaos. Ahíto habrá quedado el asesino.
Los políticos están ahí para evitar esos funerales. Nada peor que la sensación de que un gobierno no ha hecho lo posible para proteger a sus ciudadanos. Una de las mayores traiciones imaginables.
“Las creencias (o la falta de ellas) deberían pertenecer al ámbito de lo privado. Su mezcla con los asuntos públicos es perversión incompatible con la democracia. Cuando lo público invade la esfera de lo privado, se incuba el totalitarismo. Cuando es lo privado lo que se adueña de lo público, es cuando nace la corrupción”, escribe Santiago González.
Tanta ideología nubla la visión y este gobierno está cargado de ella.
Tras la caída del Muro de Berlín, Francis Fukuyama habló del “fin de la historia”. Para Ralph Darhendorf aquella debacle supuso el “recomienzo de la historia”. La izquierda española, la más reaccionaria en el panorama político europeo, es ajena a ese debate. Ahistórica, desprecia las enseñanzas que nos brinda el pasado. Estática, persiste en la equivocación.
Esta izquierda suicida permanece autista a la idea de que la mejor manera de combatir el terrorismo etarra es a través de la presión policial, la presión judicial, la ilegalización de las marcas electorales títeres, y una retaguardia social cómo supo estarlo a partir del espíritu de Ermua. Aplicar la Ley siempre, no “según las circunstancias”.
Las palabras del hijo de la víctima pidiendo al gobierno “que pare esto”, han provocado, por fin, una respuesta contundente de un Presidente del Gobierno que nos tenía acostumbrados a la ambigüedad de sus expresiones blandas, propias de un pensamiento relativista y poco profundo. Desafortunadamente existen motivos para dudar de la templanza de este hombre, de su capacidad para aguantar los meses venideros, que se presumen duros por lo que parece el inicio de una nueva ofensiva etarra.

Una historia desoladora...

…como sólo podía serlo en la Rumanía de Ceaucescu.
Otilia y Gabita, estudiantes universitarias, son compañeras de habitación en una residencia. El principio de la película muestra a las dos haciendo preparativos para algo que desconocemos. Paulatinamente se desvela. Gabita se ha quedado embarazada. Pero el aborto no es legal y se ve obligada a recurrir a un desconocido y realizar la operación en una habitación de hotel. Otilia le ayuda. El extraño practicará el aborto a la joven pero después de imponer a las dos sus condiciones caprichosas. Sin pretensiones moralizadoras, 4 meses, 3 semanas y 2 días, relata el itinerario de éstas jóvenes a través de una sociedad controlada hasta límites paranoicos.
Ceaucescu suprimió el aborto en Rumanía en 1966. Para lograr su sueño grandioso de una Rumanía étnicamente homogénea, precisaba un alto índice de natalidad rumana, la asimilación forzosa de la minoría húngara y la expulsión de las minorías alemanas y judías, identidades nacionales más vertebradas y menos alienables que la rumana.
En un régimen que asfixiaba la libertad, empleaba la brutalidad como argumento y atentaba contra la naturaleza humana, la juventud –como en todas partes- anhelaba vivir. Es de suponer que si el aborto estaba penalizado, conseguir anticonceptivos no fuese fácil. La única solución: abortar. Alrededor de medio millón de mujeres perdieron la vida en abortos ilegales, muchas desangradas en la soledad de trastiendas y sótanos. Era un problema de connotaciones políticas pero sobre todo culturales, como lo demuestra que la Rumanía actual siga aceptando el aborto como método anticonceptivo válido, con más de 300.000 casos declarados anualmente. Los rumanos, con los albaneses, llegaron en las peores condiciones sociales, morales y culturales a 1989.
El personaje de Otilia sufre la prueba más dura. Su altruismo culmina en un desenlace insospechado y trágico, que en principio no tendría por qué serlo para ella. La experiencia le llevará a cuestionar su relación, que a primera vista parecía idílica. Cuando –de camino a deshacerse de un feto con rasgos humanos ya perfectamente reconocibles- vomita de espanto, no lo hace por miedo a cometer una ilegalidad reprimida implacablemente. Es por la nausea que le provoca lo que ha visto y hecho. A través de ella se revela la inmoralidad de la situación. Hacer algo que va contra nuestra conciencia y contra uno mismo.
Cine de silencios y de dolor. Sin referencias directas al comunismo, se nos habla de aquella etapa patética en la que la gente aprendió a sobrevivir de forma inhumana. La película suscita infinita ternura y compasión hacia las protagonistas. Dos mujeres infelices, viviendo en una época terrible, envueltas en circunstancias que las vuelven más desdichadas, pues el éxito de la operación -las condiciones vejatorias en las que se ha producido provocará en ellas secuelas imborrables- no hace sino adentrarlas en una senda sórdida y devastadora.
Aunque la película retrate una época pasada, hay en ella algo atemporal. Personajes como el Dr. Morín muestran la intimidad y la miseria del alma humana. El abismo hacia el que nos empuja nuestra propia degeneración.

Primarias y Democracia

En el siglo XIX, Alexis de Tocqueville viajó por los Estados Unidos de América. Entre las cosas que más llamaron su atención, ninguna le sorprendió tanto como la igualdad de oportunidades.
En la España preelectoral del siglo XXI aguardamos a que las cúpulas de los partidos -una persona rodeada de otras de capacidad desconocida- nos indiquen a los candidatos que hemos de votar. En EEUU ocurre lo contrario: Los electores van descartando los candidatos que se ofrecen, para luego escoger entre los dos que hayan logrado reunir un máximo de consenso en torno a sus propuestas y personas.
Las presidenciales norteamericanas están en fase inicial, lo que se llama primarias. Todo está en juego: la personalidad de los candidatos –hay que estar hecho de una pasta diferente para semejante carrera, el electorado al que éstos dan voz y aspiran representar, los grandes planteamientos ideológicos y políticos, así como la visión del mundo de cada candidato. Todo acabará siendo de enorme importancia.
Así funciona una democracia auténtica. Lo que tenemos aquí, es un acto completamente burocrático que así hemos bautizado porque hay urnas y un día de elecciones, además de debates, cuando los hay.
Representar a los ciudadanos no es cualquier cosa. Si alguien quiere hacerlo, que se lo trabaje. Que desarrolle un programa con ideas propias. Que persuada que sus iniciativas son mejores, incluso frente a otras de miembros de su mismo partido. Y sobre todo, que busque financiación y no utilice recursos del Estado para fines propios. El sistema en España recuerda a la teoría del Profesor Bayart sobre África, donde el poder no es visto como un servicio al estado sino como acceso a sus recursos, donde gente sin otro mérito que la fidelidad al clan/partido, nunca al votante, se aprovechan.
Se trata de votar personas con ideas, no partidos con dogmas. Las listas cerradas, la disciplina de partido y el caudillismo son fórmulas de dirigismo político que alejan a los ciudadanos de su condición de tal y les acerca a la de súbditos. Pero sobre todo, perpetúa parásitos en posiciones de responsabilidad.
¿Quién renunciará al coche oficial y las prebendas si nadie responde? Las primarias es la mejor manera de que candidatos y votantes se conozcan, de que los primeros se ganen la confianza de los segundos, de que éstos se convenzan que aquéllos desean servirles y, de que en caso de que les fallen, puedan ser sustituidos por otros.
En EEUU hubo demócratas que apoyaron la invasión de Irak y republicanos que se opusieron a ella. ¿El motivo? Sus votantes. ¿Alguien imagina a Blanco votando en contra de una iniciativa de ZP? Y, ¿a Zaplana en contra de Rajoy? Cada congresista americano ha hecho campaña y ha sido elegido por los ciudadanos, que le han votado en base a un programa electoral, del cual es responsable ante estos. Se ha establecido una especie de contrato entre ambos.
Alberto Ruiz Gallardón no encarna lo que yo considero ideas liberales. Sin embargo, no es fácil apreciar un sistema que le impide dar rienda suelta a sus legítimas aspiraciones políticas y ambiciones profesionales. ¿Por qué no va a poder concurrir en calidad de candidato a lo que sea si los ciudadanos así lo deciden?

La foto

Algunos la consideraron malintencionada; otros, simplemente, intencionada. Todos coinciden en lo explícita que es. Pero ya le hemos visto así en ocasiones anteriores. Sin saber donde ponerse.
Pasmados nos hemos quedado al ver la foto de un solitario ZP en la cumbre de la OTAN en Bucarest. Y no porque creamos que le interesa la política de seguridad y defensa de la principal alianza militar de la historia. A estas alturas ha quedado claro que a este Presidente, “centinela” de los intereses de España, le desagrada viajar y discutir problemas internacionales. Pero asombra que alguien que ha convertido el marketing y la ausencia de contenido en una forma de hacer política, cuide tan poco estos detalles.
Imágenes que mostraban a un Zapatero indiferente sobre su sillón cuando el resto de los mandatarios y personalidades que acudieron a la Cumbre se reúnen informalmente a unos metros de él. Cualquier persona que sepa algo de diplomacia conoce la importancia de los encuentros informales o los descansos, prolongación de las reuniones oficiales. Es el momento de acercar posturas con países de igual parecer y decir en privado lo que no puedes expresar en público o delante de oídos suspicaces.
Estupor causó también cuando se quitó los audífonos en la cumbre de la OTAN de Estanbul, allá por 2007, pues sabido era su desconocimiento de otros idiomas que no fueran el suyo. Sin traducción simultánea, Zapatero no pintaba nada. Con esta foto, ha materializado ese paletismo -incapaz de asomarse fuera del terruño- convencido de que como en España no se vive en ninguna parte.
Decía el escritor ruso Tolstoy que si ansiabas fama más allá de tus fronteras, debías escribir sobre tu pueblo. Recientemente, John Naishbitt escribía que debemos pensar a nivel global y actuar a nivel local. Solamente desde dentro hacia fuera es posible una presencia internacional sustanciosa. Es la política doméstica la que debe dar elán a un país en el exterior. ZP invierte la ecuación: considera la política exterior una manera de ganar votos radicales en el interior. Sólo es capaz de pensar y actuar a nivel local. Y claro, a mayor radicalización en el interior, mayor exclusión en el exterior.
Los gobiernos no siempre hacen lo que conviene a su país. Una mala ideología conlleva –indefectiblemente- una mala política. El “zapaterismo” ha supuesto el declive de la conciencia nacional española y todo indica que el decaimiento continuará. Innecesario decir que sin una clara conciencia nacional, poca presencia internacional se puede tener.
Arranca la nueva legislatura con un pronóstico incierto y un presidente imprevisible. Por mucho que se diga que los mandatarios se suelen centrar más en política exterior en sus segundos mandatos, todas las agendas de ZP están centradas en la política interna. Precisamente cuando interesa transmitir una imagen de fortaleza y de alianzas sólidas en la política exterior porque muchas cosas han cambiado desde 2004, nos encontramos con esta foto. Si no tienes ideas que aportar, nadie te busca o te quedas al margen, mientras los mayores toman las decisiones.
La foto denota ausencia de interés, pocos principios y un grupo reducido.

La España Serena

Escuchemos. Hablan José Luis Rodriguez Zapatero y José Blanco. Afirma el Presidente representar la España serena. Y que la Historia nos enseña que cuando la derecha grita España, gran parte del país se pone a temblar, lo dice el número dos del PSOE. Pero claro, la serenidad a la que aspira el primero es aquella en la que media nación, la que vota PP, no pueda ejercer sus derechos políticos. El segundo desconoce la Historia.
El humor, extensión de la inteligencia, nos brinda consuelo cuando todo empuja al desconsuelo. Así, resulta más aleccionador leer a Groucho Marx que escuchar a estos políticos. Decía este humorista entrañable y lúcido: “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después remedios equivocados.” Sin duda habría definido a ambos como expertos de la política.
Los gobiernos cambian por mala gestión o porque el líder del momento no ha sabido hace valer sus razones, implicar en ellas a los ciudadanos. No es frecuente ser elegido Presidente en circunstancias tan propicias como lo fue Zapatero: un excelente legado económico, una ETA acorralada y, consecuencia de las anteriores, una imagen internacional muy valorada, debido también al ascendente de España en Washington. Como si se hubiera decidido, al igual que los antiguos egipcios, un “damnatio memoriae” o destrucción del recuerdo, se ha arruinado la herencia recibida.
La idea nuclear de ZP, que el concepto de Nación algo discutido y discutible es la clave. De esa afirmación derivan los problemas que padecen hoy los que creen en aquellas categorías que desde 1789 fundan la libertad en Europa: que el poder constituyente de la nación es previo a cualquier poder constituido. Si ETA estaba postrada, en vez de rematarla, se ha preferido postrar a la Nación e iniciar un “Proceso de Paz” y, de paso, resquebrajar el Estado de Derecho; se ha pasado de ilegalizar a Batasuna a su vuelta a las instituciones; del respeto a las víctimas de ETA a tratar a terroristas cómo hombres de paz; de una economía de ahorro a dilapidar lo que deberíamos guardar para el futuro; de las privatizaciones al intervencionismo; del respeto a las instituciones, a las broncas públicas de la Vice-Presidenta a una de las máximas representantes del Poder Judicial; de una España que era una balsa de aceite, a quemar imágenes del Jefe del Estado… Lo más dañino es el ambiente de enfrentamiento que se va instalando entre los ciudadanos españoles, fruto de la fuerte crispación política que se percibe.
En el discurso de ambos socialistas se percibe esa superioridad moral autoasignada, donde la izquierda es más demócrata y dueña absoluta de la verdad; su empeño en hablar de dos Españas, ignorando el significado de la Constitución de 1978; pero sobre todo, incapacidad autocrítica y de regeneración. De ahí que algunos de sus activos más importantes decidan marcharse y fundar una nueva formación.
¿Ha mejorado España en estos años de Gobierno Zapatero? La situación actual es la más preocupante desde la Transición. Nunca, desde 1978, se habían producido actos de repudio, listas negras y nombramientos de personas non gratas. En una democracia sana, o se cambia de emisora o se va a los juzgados. No se intenta, ni se aceptan presiones para callar a alguien por opinar.
El Sr. Zapatero, el Sr. Blanco y la izquierda en general, pronuncian incesantemente la palabra democracia. Y sin embargo, demuestran una enorme dificultad a la hora de reconocer qué es democracia.

De la mentira y la traición

Acierta Martín Prieto y falla el aforismo “se puede engañar a algunos algún tiempo pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.” Zapatero engaña siempre.
ZP es Presidente por la manipulación que él y “su pachanga mediática” hicieron del atentado terrorista más grave de nuestra historia. Ahora pretende seguir sirviéndose del terrorismo para perpetuarse en el poder, haciendo realidad el otro aforismo, “un político piensa en las próximas elecciones, un estadista en la próxima generación.”
Aznar no supo gestionar el 11-M, pero ZP ni supo ni quiso apoyar al gobierno del momento. Cuanto hubiésemos agradecido los españoles ver a los dos partidos más importantes dando una imagen de unidad ante aquella tragedia, culminando nuestra gran transición. Sin embargo, en un hecho insólito y sin precedentes en ninguna democracia occidental, Rubalcaba violó la jornada de reflexión exigiendo un gobierno que no mintiese. También, recordando situaciones previas a nuestra guerra civil, militantes del PP sufrieron agresiones físicas y algunas de sus sedes se vieron asediadas durante aquellas elecciones.
El atentado de Atocha hizo que el elemento emocional dominara un acto que debe estar impulsado –siempre- por la razón: el voto. ZP y el PSOE, olvidando cualquier escrúpulo o decencia democrática, se aprovecharon de ello.
Rubalcaba – que jamás dice la verdad- dijo que ETA nunca miente. Y ahí está el trinomio ETA-Batasuna-Gara para recordarnos la doblez de Zapatero, que -en la oposición- firmaba la Ley de Partidos mientras se sentaba con terroristas o -ya en el gobierno- aseguraba que después del atentado de la T-4, quedaban suspendidos los contactos con ETA y resulta que se han reunido y para pedir favores a los etarras (que no filtren los acuerdos pactados y no atenten antes de las elecciones municipales de mayo o las generales del 2008). ¿Existe mayor ejemplo de deslealtad?
ZP negocia con ETA desde que ha podido hacerlo y miente desde que lo hace. Y luego su desfachatez de decir que él apoyó la política antiterrorista del PP y que no se siente apoyado en la suya. ETA no cometerá más atentados mortales antes de las elecciones generales, ya que una victoria del PP supondría para ellos enfrentarse a una auténtica política antiterrorista. Y esta es la mayor traición de todas: hacer de la negociación con el terror una herramienta para permanecer en el poder.
El Presidente por accidente, como le llama Ansón, ha hecho trizas los consensos sobre los que se edificó la España pos-franquista, desde la organización territorial hasta la política antiterrorista. Ha quebrado la lealtad que juró guardar a la Constitución y a la Nación española. Ha mentido a los ciudadanos y ha engañado a la oposición. Ha tirado por el retrete 30 años de resistencia ante el terror. Mientras a Sarkozy y a Ségolène se les llenaba la boca de patria y cerraban cada acto electoral cantando el himno nacional de su país, este Presidente no está seguro de si la nuestra es una nación o no.
Zapatero no cree en nada, no tiene valores ni principios. Todo es relativo desde el pensamiento Alicia de su mente pueril. Con él, España está perdiendo años vitales de cara al futuro, porque no se puede gobernar en lo que no se cree y no se puede hacer de la mentira una forma de gobierno.

Cualquiera puede ser presidente

Cada mañana ZP se dice que gobernar España es sencillo y cualquier español podría ser presidente del gobierno. Extraña manera de devaluarse a uno mismo.
Ahora se reconoce que la crisis económica es real. Y aunque tenemos que sacudirnos esta idea de que toda necesidad es un derecho y se nos de todo gratis, este tiempo que se ha negado la mayor, ha sido tiempo perdido. Al final, las medidas más eficaces serán las que adopte uno mismo.
Sorprendía esta crisis que desde el gobierno calificaban de mundial pero negaban fuera a afectar a nuestro país. Ignorar que un problema originado en un lugar del mundo puede provocar reacciones en otro, que en principio no tendría porque verse afectado, sólo puede ser producto de un pensamiento neciamente anti-globalización.
La construcción, motor de la economía española, se ha desinflado. Quiebran constructoras y no se pagan los créditos a los bancos. Suben los precios y las hipotecas no bajan. Los inmigrantes que han venido a trabajar encontrarán que en los últimos 12 meses el paro ha aumentado un 11,7%. Trabajar es un elemento esencial en el proceso de integración social. Sin trabajo, se produce alienación. Hay superávit, insisten, pero –como decía Joaquín Leguina- cuando la economía se derrumba, éste desaparece.
El ex director del Fondo Monetario Internacional, Rodrigo Rato, ha asegurado que si la restricción de los créditos por parte del sistema financiero continúa varios trimestres "nos metería en una situación muy complicada". Y ha comparado la situación actual con la crisis de 1930.
ETA ha anunciado que seguirá matando y Rubalcaba advertía que vienen tiempos duros. ANV, o sea ETA, o sea “la cosa que mata”, ha vuelto a las instituciones por la falta de voluntad del gobierno de impedirlo. Nuestro dinero volverá a financiar asesinatos etarras. Este presidente ha admitido haber engañado a los españoles en un asunto tan delicado. La estrategia antiterrorista no parece haber cambiado. ¿Cómo se puede plantear la firma de un pacto antiterrorista con el mismo PNV que permite a franquicias etarras gobernar en algunos ayuntamientos vascos y navarros, como en Mondragón, donde fue asesinado Isaías Carrasco? De nuevo, ¿en que manos estamos?
Estos desafíos llegan en el peor momento, con una España debilitada y desunida por una política territorial que ha quebrado la solidaridad entre españoles. La “guerra del agua” y la ofensiva contra el castellano, así lo evidencia. También vemos cómo las comunidades gobernadas por partidos minoritarios y radicales que desprecian la democracia y a los españoles, reciben el mayor porcentaje de nuestros impuestos, en un reparto injusto, desigual e inmoral.
ZP ha demostrado su habilidad para mantenerse en el poder, pero no su capacidad para gobernar. Ha hecho buena aquella definición de la política como el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después remedios equivocados.
La crisis en España es total y de repente Zapatero se encuentra en una situación en la que es necesario gobernar de verdad, administrar recursos y tomar decisiones trascendentales, incluso impopulares, pero de las que depende el bienestar de muchas personas. Y eso no lo puede hacer cualquiera.

Cuatro años más de nada (El Universo 18.03.2008)

Hacerse hueco en la escena internacional cuesta trabajo. Perderlo no. Los cambios en Europa, el fiasco populista y la crisis con EEUU minan la presencia internacional española.
Reconozcamos –todos- que fue la labor del PP en materia económica y antiterrorista lo que hizo que el mundo se fijara en España. Nuestra entrada en el euro nunca será reconocida en su totalidad, sobre todo, teniendo en cuenta la situación heredada, con un déficit que superaba al declarado por el gobierno saliente en un 2%. Que acusen al PP de falta de diálogo social. El enorme ajuste estructural necesario para cumplir con Maastricht, lo imposibilitaba. ¿Cuanto nos ha costado a los españoles el talante de ZP con nacionalistas y sindicatos?
Los que esperaban una verdadera regeneración democrática tras el desastre felipista y votaron a Aznar acabaron más decepcionados con él que los que no le votaron. Irak es lo único que éstos encuentran para echarle en cara.
En un mundo globalizado, las fronteras entre política nacional y política internacional están cada vez más desdibujadas. ZP jamás comprenderá esta máxima. Retirar las tropas de Irak era legítimo. Enviarlas también. Pero era responsabilidad suya hacerlo de manera que los intereses nacionales -que no son los suyos ni los de su partido- no se vieran perjudicados. Otra máxima que el PSOE no alcanzará.
La política exterior de un país es la extensión de sus principios y valores. ¿Qué política exterior se puede hacer si no se cree en la nación que se gobierna? Nuestros soldados arriesgan la vida por unos valores y unas ideas que el presidente desprecia.
ZP negociaba con ETA antes de alcanzar el poder. La primera vez que cedió al chantaje terrorista. Al no apoyar al gobierno de Aznar frente al atentado más grave de nuestra historia, volvió a ceder. De Juana Chaos sería la tercera. Si Zapatero es incapaz de combatir a los terroristas en el ámbito nacional, ¿cómo va a hacerlo en el internacional? Tras el 11-M, el terrorismo tomó buena nota de cómo reaccionan este presidente y parte de la población española ante un atentado en vísperas electorales. Isaias Carrasco es la prueba.
ZP ha partido España en dos y bajo su presidencia se ha descompuesto el tejido social de la nación. Como consecuencia de su radicalidad, se ha creado el espacio de centro que tantos españoles reclamaban: el partido de Rosa Díez. Los mismos que dieron la victoria al PSOE en 2004 han votado ahora por el PP, mientras que ZP ha sido reelegido con votos de nacionalistas radicales y comunistas rancios. ¿Para qué votar a ERC si el PSC va más lejos que él? ¿Para qué votar a IU, si el zapaterismo ha ido más allá que los ex comunistas reciclados en “ismos”?
Que muchos ciudadanos no se sientan representados por este presidente es legítimo. Pero que un presidente renuncie a representar a más de la mitad de la población es insólito. Así, el conflicto social está servido. La connivencia de este gobierno con los sectores más fundamentalistas, ha obligado al PP a hacer campaña en condiciones perfectamente denunciables ante la UE y la OSCE.
¿Qué esperar en esta legislatura? Nada, nos esperan cuatro años más de nada.

La izquierda irracional (03.10.2007)

Recientemente, Cayetana Álvarez de Toledo analizaba (EL MUNDO 14-09-2007), desde mi punto de vista, la gran tragedia de la izquierda española y de este país.
Decía: “No son argumentos objetivos, sino reflejos instintivos, los que todavía impiden a muchos españoles preocupados por España, apoyar al PP. Prejuicios, recelos y aversiones ligados a nuestra historia colectiva y nuestras historias individuales. El fondo de la cuestión no está en un análisis racional, sino en lo que podríamos llamar el bloqueo biográfico que sufre buena parte de la izquierda española.” Estamos “ante una cuestión ontológica: ser de izquierdas es una cuestión de piel, irracional, atávica, existencial.”
La lectura me recordó una conversación con un amigo. Acorralado y sin argumentos, acabó confesando que votaba izquierda “porque le salía de los cojones.” Un exabrupto muy racional. O aquella otra con una amiga diplomática, también de izquierdas. Ante la misma pregunta, reconocía cómo la izquierda llena el vacío intelectual de su ideología con los “ismos”: ecologismo, feminismo, multiculturalismo, cualquier “colectivismo.” Su frase: “votar derecha es votar gestión; votar izquierda, votar valores.” Pero como dijo Umbral, “hoy los valores han sido sustituidos por marcas.” No le faltaba razón, ZP ha hecho una hasta del Gobierno Español.
Gabriel Albiac es más sutil: “No hay realidad que pueda con un sistema de prejuicios bien codificado.” Muchos votantes de izquierda todavía asocian la derecha con Guerra Civil, dictadura, herencia del franquismo. Como si la Transición no hubiera tenido lugar. O lo que es peor, como si no hubiese reconciliación posible en su imaginario. Y esto es peligroso, porque implica pensar que sólo la izquierda está legitimada para ostentar el poder.
Pero historia y hechos son testarudos. El crecimiento económico que trajo el Franquismo permitió el desarrollo, por primera vez en España, de una clase media. Y fue ésta quien al reclamar más prosperidad, reclamó más libertad y, finalmente, la democracia; fueron hombres del Régimen como Adolfo Suárez, Osorio, Areilza, Marcelino Oreja, Landelino Lavilla, Gutiérrez Mellado… conservadores pero liberales, quienes -con el apoyo y colaboración del actual Rey- diseñaron y lideraron la Transición; ha sido el Partido Popular quien ha traído las mayores cotas de desarrollo económico, nos ha insertado definitivamente en Europa, ha defendido y respetado escrupulosamente la Constitución, salvaguardado los derechos individuales y acorralado al terrorismo etarra.
Surge ahora un partido de izquierdas liderado por Rosa Díez, que dice no fiarse ya de Zapatero. Hay que felicitarla pues sabemos qué significa enfrentarse a la secta (recordar el caso Hermann Terscht). Pero cómo dice Cayetana, “en la encrucijada en la que nos hallamos, ¿cómo se explica que Rosa Díez y Regina Otaola no luchen de la mano?” Condenado a ser un partido minoritario, ¿puede cambiar realmente las cosas? ¿Acaso no es otra forma de disgregar la soberanía nacional?
Lo que falta en España no son partidos ni leyes; sobran ambos. Sí falta que la izquierda haga examen de conciencia y se libere de sus prejuicios. Que se amplíe el sector de población con capacidad de actuar a modo de bisagra, que vote sin complejos inclinando las elecciones hacia un lado u otro, según convenga al país en ese momento.
Urge ahora más que nunca.

Israel (El Universo 03.10.2007)

Medio siglo en guerra sin regresiones en su democracia hacen de Israel un caso extraño. Extraño por su blindaje democrático; extraño en su entorno, la mayor concentración de dictaduras por kilómetro cuadrado del planeta; extraño porque implica haber aprendido de su historia.
La creación de un refugio insobornable contra la barbarie era la única opción después de la barbarie. Israel, creado para acoger a los supervivientes de aquel holocausto, y a todos los judíos que deseasen participar en el proyecto nacional, resulta de un judaísmo laico, que aprendió dolorosamente que, en ocasiones, sólo con las armas se defienden la democracia y los derechos humanos, que son lo mismo, al fin y al cabo.
Su judaicidad -único estado judío del planeta- debe leerse en clave cultural, no religiosa. La Torá no ordena la vida en Israel; es una justicia civil e independiente y después de las Fuerzas de Defensa Israelíes, la institución mejor valorada por los ciudadanos, verdadero indicador de la calidad democrática de un estado. Los puristas religiosos no reconocen el Estado de Israel y son su peor tragedia.
Este pueblo, al que el historiador Paul Johnson considera el “más constante de la historia de la humanidad”, ha forjado en sesenta años un estado democrático, secular y moderno. Hoy, el PIB anual israelí supera al de sus vecinos combinados y, por separado, al de los países árabes productores de petróleo. Seis millones de israelíes producen más de $100,000 millones; mientras que más de ochenta millones de árabes en Egipto, Siria, el Líbano y Jordania, apenas producen $82,000 millones. Israel invierte $1.200 por persona en educación, mientras el mundo árabe no supera los $110 y tiene una tasa de analfabetismo del 40%. Israel posee el número de ingenieros más alto del mundo y ocupa el primer lugar mundial en científicos y tecnólogos expertos. Israel, exportador de alta tecnología, está mucho mejor situado que el mundo árabe para afrontar los desafíos y oportunidades de la economía del siglo XXI.
Es cómo dice George Will, columnista del Washington Post: “No es que Israel sea provocativo; el que Israel sea es provocativo.” Su existir evidencia la incapacidad de los dictadores árabes para desarrollar estados democráticos y económicamente solventes.
Pero además, Israel es Occidente. Luchando contra Hamás y Hizbollah, hace una contribución enorme al combate global contra el terrorismo islamista, el mismo que amenaza los valores universales que representa Occidente, pero que los europeos defendemos con menos convicción. La solidaridad con Israel en la lucha contra el terrorismo no es un acto gratuito. Admitámoslo, americanos e israelíes nos hacen el trabajo sucio.
Este pequeño estado es también un recordatorio al mundo entero de la necesidad ineludible de sacrificarnos para salvaguardar aquello que nos es más querido y que nos hace únicos: nuestros valores, nuestro acervo cultural, nuestra civilización, si es que de veras los estimamos. Israel, única democracia en Oriente Medio, está amenazado por la continua agresión. Su derrota o desaparición supondría el auge del radicalismo islamista y la pérdida de la única referencia para poder transformar aquella región.

Umbral (El Universo 19.09.2007)

Umbral era el dardo en la palabra. Campmany y él, la ironía elegante. Su fuerte carácter y voz profunda, le alejaban de su escritura, fluida y hermosa. Dueño de frases que plasmaban un pensamiento lúcido, sus textos eran claros y leerlos sencillo. Su memoria, prodigiosa.
El gran Umbral era el que escribía sobre literatura y escritores. Sus columnas incluían referencias constantes y una capacidad de síntesis imposibles sin una cultura profunda. En palabras de Delibes, “dijo cosas y las dijo bien”. Su último libro, Amado siglo XX, es un prodigio de sabiduría cultural de nuestro siglo anterior, que fue –y sigue siendo- de unos contra otros. Cine, periodismo, literatura, política… todo tiene cabida en este tomo memorístico.
Dijo Unamuno que el periodismo destrozaba la literatura. El rector de la Universidad de Salamanca no tuvo la suerte de leer al de Valladolid, que uno es de donde pasa su infancia. Umbral logró la simbiosis perfecta entre ambos. Sus columnas diarias conformaban una obra coherente, dominada por la calidad literaria y la independencia de criterio. A lo largo de su trayectoria, Umbral dio muestras de ser una de las miradas más incisivas y críticas de la sociedad contemporánea española, lo que nunca restó fuerza al sentimiento y al lirismo de sus libros.
Umbral era coherencia y sentido común. Nunca imaginó otra profesión. Desde niño la lectura fue el centro de su vida. Leía cuanto caía en sus manos. Autodidacta y empeñado en ser escritor desde niño, consideraba vivir y escribir la misma cosa. El sobre él mismo: “Su vida avanzaba con el mismo ritmo que su escritura. Hombre, vida y obra eran ya una tríada que se adentraba en los bosques de lo muy vivido.”
Fue de los primeros en desengañarse del socialismo que traía Felipe González. Cómo Ortega, supo ver que “no era eso.” Aquellos años “que debieron ser rojos y no lo fueron”, le hicieron iniciar “su largo viaje a la derecha.” Esta frase que le dedica a Campmany, sirve para definirle a él: “Que se tenía por liberal y seguramente lo era, cuando esta palabra significaba algo en el sistema de valores. Hoy los valores han sido sustituidos por marcas.” Umbral creía en el individuo, en la capacidad creadora del hombre, porque él era un creador. Nadie que se precie de liberal puede hoy formar parte de esta izquierda, que no es ni una cosa ni otra.
Vivió en el siglo XX, en el que más libros se han escrito. Y se quedó en el umbral de este siglo XXI, que cada vez lee menos, porque para él leer era también saber elegir. Cuando recibió el Premio Cervantes, en su discurso dejó aviso de lo que estaba ocurriendo: “La muerte de los libros y la herida en la idea.”
A mí me gusta su forma de acabar Amado siglo XX: “Umbral contempló su obra con sosiego y se tumbó a descansar.”

El plus democrático de la izquierda (El Universo 12.09.2007)

Desde la óptica de nuestro tiempo, cobran especial relevancia las revoluciones liberales europeas del siglo XIX, infancia de nuestro sistema político más preciado, la democracia. De actualidad, pues hace década y media se derrumbó la otra gran alternativa gestada en el siglo decimonónico: el comunismo. De actualidad también, porque resurge un populismo socialista en toda América Latina.
Aquí, el libro de Martin Amis, Koba el Temible. La risa y los Veinte millones, es revelador. Una obra no apta para algunos, que difícilmente aceptarán la afirmación del autor de que Stalin, a diferencia de Hitler, sí hizo todo el mal que pudo. No se trata de establecer ninguna aritmética grotesca entre un dictador sanguinario y otro, sino de dilucidar la raíz totalitaria de una de las ideologías que dominaron y dominan el espectro político a nivel nacional e internacional.
En contraposición a las ideologías del siglo XIX –democracia y liberalismo-, que hacían de la libertad del individuo objetivo fundamental, los regímenes fascista y nazi anteponían la omnipotencia estatal a los derechos de los ciudadanos. Ninguna de las dos es una degeneración de la tradición conservadora y liberal, a la que repudiaban. En cambio, si los siglos XVIII y XIX fueron para la izquierda de creación y elaboración, el XX fue el siglo de la pereza mental. Durante años, los regímenes comunistas han sido el reflejo que la izquierda ha querido ver en el espejo y para muchos socialistas, la Caída del Telón de Acero supuso una catástrofe.
Conocidos son los nombres de Dachau, Auschwitz-Birkenau, Treblinka, Mathausen. Extraños los de Kolymá, Solovky, Perm, Vorkutá, Sandarmoj, Belomorkanal, Solovetski, en los que perecieron muchos más seres humanos. Los que nombran los campos nazis, creen que fueron producto de una aberración ideológica derechista, mientras, si por algún casual, conocen el gulag o las masacres estalinistas, no relacionan tales atrocidades con la ideología izquierdista.
Resulta curioso constatar cómo la ideología que perdió la guerra fría y ha causado –y sigue causando- el mayor número de muertos y represaliados políticos de toda la historia ha logrado mantener un plus de legitimidad y un aura de “más democrática” que la derecha; cómo la izquierda intervencionista y, por tanto, antiliberal, –la misma que pone a Cuba como ejemplo de paraíso democrático- ha logrado aparecer ante la sociedad y ante la Historia como la promotora de los mayores beneficios para la democracia y la humanidad. Lo que Juan Manuel de Prada denomina “chollo ideológico de la izquierda”. La aceptación de que la izquierda siempre tiene razón.
La izquierda no sólo ha logrado darnos esquinazo sobre su genealogía, sino que ha asignando a la derecha una que no le corresponde. Lo advertía Jean François Revel, “la primera de las fuerzas que mueven el mundo es la mentira”.
En España, Zapatero se declara “rojo” y “heredero de la II República”, presidida por Manuel Azaña, para el que –mientras quemaban iglesias, saqueaban conventos y asesinaban a curas- “la vida de un republicano valía más que todas las iglesias de Madrid”. Frases que descalifican a sus autores; les retrata y deslegitima como demócratas y gobernantes. Ambos personajes son verdaderos ensayos sobre el poder, sobre cómo se accede a él y cómo se mantiene, cómo aquellos que anhelan lograrlo o mantenerlo, tienden a sacrificar cualquier cosa y a cualquiera en su nombre.

La Vida de los Otros (El Universo 26.06.2007)

La Vida de los Otros, del director Florian Henckel von Donnersmarck, es uno de los films más bellos y emotivos que se han visto en una sala de cine en los últimos años.
El preciso guión sitúa la historia en 1984. Un miembro de la policía secreta del régimen comunista de la antigua República Democrática Alemana, conocido por su celo y eficacia en descubrir a los enemigos del régimen, es encargado vigilar a una pareja: una actriz de teatro y un escritor. La vida de ambos, vigilada hasta el más mínimo detalle, irá influyendo en la suya propia. En el proceso, además de la intimidad de la pareja, el oficial descubre la corrupción y la falsedad del sistema para el que trabaja. Ello afectará de forma drástica su vida e ideales.
Una magnífica película que nos habla de muchas cosas al mismo tiempo. De cómo el arte puede unir a personas de distintos pareceres políticos. De cómo la política no debería mezclarse jamás con el arte o la cultura. De cómo ciertos regímenes precisan de la renuncia del ser humano a su condición de tal. Y sobre todo del ser humano, de la naturaleza del mismo, de qué estamos hechos y de qué podemos estarlo, de cómo hacer lo correcto aunque sea contrario a todo aquello que nos han inculcado.
Pero sobre todo, ésta película soberbia es un manifiesto de que la historia de aquellos países del este europeo, que padecieron el comunismo, es una compilación de dramas personales e historias de sufrimiento. Mientras la GESTAPO hitleriana vigilaba a 80 millones de alemanes con 40,000 empleados, la Stasi fue capaz de controlar a 17 millones con 100,000 agentes de inteligencia. Además, empleaba a 1,5 millones de “chivatos”, lo cual supone que de cada siete adultos, uno informaba sobre amigos, colegas e incluso esposas.
La película señala algunas de las razones por las que el comunismo se encontraba en crisis en los años ochenta. La corrupción oficial había alcanzado niveles descomunales y la revolución tecnológica amenazaba con dejar rezagadas de manera permanente las economías planificadas.
El comunista fue un régimen sin imaginación, burocrático y gris, condenado a desacreditarse con cada uno de sus actos. El régimen que erigió como bandera propia la libertad de los oprimidos y la igualdad esclavizó a poblaciones enteras, fomentó la más insultante desigualdad entre dirigentes y dirigidos, educó a estos en la dependencia, castigó la iniciativa, fomentó la sumisión incondicional, alentó la traición y la delación y persiguió la sinceridad. El individuo fue sometido al continuo escrutinio de sus actos y pensamiento, bajo espionaje del aparato policial, que en los casos soviético, alemán y rumano, alcanzó características paranoicas. La mentira fue institucionalizada e impuesta al individuo como mecanismo de supervivencia que obligaba a la complicidad con el estado. La falacia era la sagrada norma y existía una auténtica “cultura de la mentira”.
La guerra contra la inteligencia y la cultura independientes fue (y es) una de las principales características del socialismo real. Por eso, lo más grave para estos países recién salidos del socialismo, es el enorme atraso cultural y educativo que arrastran. A éstos, les costará tiempo y esfuerzo superar aquella etapa.

De África (El Universo 19.06.07)

Ryszard Kapuscinski (RK) no escribía sobre África, sino sobre algunas personas de allí, sus encuentros con ellas y el tiempo que compartían. África le parecía demasiado grande para describirla: “todo un océano, un planeta aparte, todo un cosmos heterogéneo y de una riqueza extraordinaria.” Salvo por el nombre geográfico, África no existe, solía decir. Igual debe pensar Sebastião Salgado (SS), o eso al menos se desprende de su exposición fotográfica en la Fundación BBVA.
Es imposible hablar de una sola África. Este término, por sí solo, no define a la gente del continente más poblado del mundo. Pocos conocen la inmensa pluralidad cultural de África y, probablemente nadie pueda descifrar todas las claves para comprender la deriva en la que se encuentra la mayoría de estados africanos. Un continente que es muchos continentes. Los africanos son un entrelazamiento de cuantiosos pueblos. No existe una cultura africana, sino una red multicultural en continua construcción.
RK y SS anhelan el contacto con “esa inmensa mayoría que desde que nace hasta que muere, vive (y sufre) al calor del sol.” Muestran una tierra donde el ser humano sigue a merced de un medio salvaje y hostil, cada vez más deteriorado. Por esta razón, los lazos colectivos son tan fuertes; sólo un grupo cohesionado puede enfrentar unas adversidades medioambientales que no paran de aumentar. El individualismo del que hacemos gala en Occidente, resulta impensable en África.
Este continente está hecho de tradiciones, violencia, pobreza y cataclismos. Pero también es marco de paisajes inabarcables, montañas, llanuras y desiertos habitados por animales salvajes, plantas desconocidas para nosotros y comunidades humanas que viven en otra época.
¿Cómo es posible que en un continente tan rico exista tanta miseria? ¿Por qué desde una tierra tan hermosa llegan historias tan duras?
África, embaucadora y misteriosa, aviva la curiosidad e incita a la codicia. Europa la dividió y saqueó y, al marcharse, dejó tras de sí una población sin medios e instruida para seguir su ejemplo. Ahora, las elites han instrumentalizado la violencia y convertido el desorden en una forma de vida. Los grupos dominantes no ven el acceso al poder como un servicio al Estado, sino como la apropiación de sus recursos, para repartir entre sus redes clientelares. “En todas las confrontaciones armadas, vemos que fueron los políticos quienes exacerbaron en su pueblo intereses nacionalistas. Siempre hay alguien que los organiza y lleva a la guerra. Pero la gente quiere vivir en paz, tiene muchos problemas y le falta energía para buscar esas confrontaciones.” Cita de RK.
El continente negro es hoy un lugar que suscita pesimismo. Las señales de degradación física y humana siguen acumulándose en su cotidianidad. Las vigorosas crónicas de RK y las fotografías en blanco y negro de SS, nos hacen conscientes de que África es demasiado salvaje para no sangrar, demasiado grande para poder ser descrita, pero también, demasiado humana para dejar de llorar.
Se ha abierto un nuevo siglo y, aunque el continente Sur por excelencia tenga su propia modernidad, ésta es la de la derrota, la de una lucha brutal por el poder. “En África no existe la noción de progreso, su lugar lo ocupa el durar. África es un eterno durar.” RK lo supo ver muy bien.

Ryszard Kapuscinski (El Universo 17.04.2007)

Antes de escribir sobre él quería releer su espléndido libro Ébano y redescubrir la pasión por la lectura, esa otra forma de viajar y de conocer a través del espacio y del tiempo. Tenía razón el escritor polaco: hay que leer cien páginas para poder escribir una sola.
Ébano es el amor por África. Un retrato fiel de ese continente a la deriva, que deja entrever un afán desbordante por conocer la realidad, social más que política, de aquellos lugares que recorre. Los que hemos pisado África Negra, hemos leído primero en Ébano todo lo que hemos contemplado después.
África fue uno de sus territorios favoritos aunque escribió sobre otras regiones. Viajó mucho, evitando siempre las rutas oficiales, los palacios, las figuras importantes, la gran política. Prefería subirse a camiones encontrados por casualidad, recorrer el desierto con los nómadas y ser huésped de los campesinos de la sabana tropical. A la hora de escribir, combinaba una preparación rigurosa en la que había leído cientos de volúmenes, con el vivir en las casas de los arrabales más pobres, plagadas de cucarachas y aplastadas por el calor. Vagabundeaba por las calles captando la esencia del día a día, sumergiéndose en ese mundo de los sentidos que es África. Se empapaba de África. Lleva al lector de paseo por la realidad africana sin dar lecciones maestras, más bien esbozos o pistas. Busca mezclarse con la gente muda, que no sabe hablar ni plantear sus demandas, que no sabe organizarse ni pedir que se les oiga.
Kapuscinski creció en la Polonia ocupada por la URSS y le resultaba fácil hablar de los refugiados del Tercer Mundo. Conocía el miedo siempre presente, andar descalzo, no poder ir a la escuela y carecer de libros que leer. Haber sobrevivido a eso de una manera honesta, le permitía sentirse en su propia casa en situaciones de pobreza. “Yo pertenezco a ese mundo”, llegó a expresar en alguna ocasión.
Su último libro, Viajes con Herodoto, es una especie de autobiografía (los son prácticamente todos sus libros), en el que hace un recorrido por sus inicios como reportero, de la mano del padre de la Historia. De nuevo, las relaciones humanas que entabla en sus viajes ocupan un lugar destacado y capta todo con su mirada.
Kapuscinski no busca transmitir pura información a través de sus libros. Le interesan las ideas, el pensamiento, las reflexiones. En sus obras incorpora la reflexión, filosófica o en planteamiento cercano a la antropología cultural. Observa la realidad y la transmite de una manera muy personal; escribía sobre acontecimientos reales y personas de carne y hueso. Creía firmemente que en su profesión la objetividad era la única opción porque sólo así puede uno “identificarse con las víctimas de la Historia y sus causas perdidas.” Estaba convencido de que los cínicos no valen para el oficio de reportero.
Manuel Leguineche, el padre de la tribu de los corresponsales españoles, dice de él que leía lo que pocos eran capaces de leer, veía lo que pocos eran capaces de ver; y estaba guiado por la compasión, por su amor hacia los pueblos abandonados, por un sentido de la solidaridad propio de su ética del periodismo. Y Alfonso Armada describía su estilo como “el de su alma, la de un hombre cercano capaz de encender hogueras de palabras que calientan e iluminan más que el fuego.”
Debió de ser un amigo inolvidable.

La corrección política II (El Universo 03.04.2007)

Concebir a la persona como un ser lleno de dignidad, libre y responsable de sus actos es una aspiración que se ha conformado con los siglos. Negar esa dignidad fundamental ha generado niveles de sufrimiento y miseria humana inaceptables. Conviene recordar también, que un ambiente de libertad y de respeto a sus derechos, permite a las personas desarrollar iniciativa, imaginación e innovación, auténticos motores del progreso; que el avance económico está ligado a las sociedades abiertas.
Para John Stuart Mill, pensador inglés del siglo XIX, la libertad es el principio regulador de las relaciones entre la sociedad y el individuo con el fin de evitar el despotismo sobre los individuos y las minorías. Efectivamente, la libertad es un compromiso entre aquello que la limita y aquello que la impulsa; no en vano decimos que nuestros derechos acaban donde empiezan los de los demás.
Mill y los pensadores liberales que vinieron después, nos transmiten la idea que el pulso a la libertad es continuo y, por tanto, la resistencia ha de serlo también. Que si existe una constante en la historia, es el comportamiento errático del hombre. El poder corrompe, porque los políticos, como los que no son políticos, son humanos. Por eso los liberales desconfían del poder -ya sea de derechas, de centro o de izquierdas- que siempre busca ampliar su influencia a costa de la libertad de los ciudadanos. Pero la tiranía de la mayoría no se ejerce sólo mediante las acciones del gobierno, sino de manera más difusa y por ello más temible, a través de la propia sociedad.
Democracia es casi sinónimo de tolerancia, pero la idea moral de tolerancia incluye la necesidad de admitir en los demás una manera diferente de pensar de la nuestra. Voltaire, por ejemplo, defendía la tolerancia porque “todos cometemos errores y siempre permanecemos en cierto modo ignorantes.” Precisamente de ahí deriva el derecho –y la responsabilidad- de reconocer la pluralidad de opiniones; de huir del pensamiento único. Ésta es la clave del éxito de Occidente: su capacidad y flexibilidad para replantearse dogmas y aceptar la necesidad de mejorar con la aportación, rica y variada de los individuos; reconocer en los demás el deber de seguir lo que dicta su conciencia. Sin embargo, algunos conciben la tolerancia como una condescendencia con un error criminal; como si su punto de vista fuera el único verdadero y los demás necesitáramos ser guiados hacia aquello que es bueno para nosotros.
Lo políticamente correcto se puede convertir en tiranía. La imposición de un único modo de ser, pensar y actuar, es la negación de la libertad. Y sin libertades plenas la democracia no existe, es un artificio. A través de la corrección política se corre el riesgo de convertir la historia, el derecho y la economía -como escribió Hayek- pero también la cultura –como supo ver Adorno– y la información, en "fecundas fábricas de mitos oficiales, que los dirigentes utilizan para guiar las mentes y voluntades de sus súbditos". Una educación liberal, que habilite y favorezca el desarrollo del individuo, para que este a su vez, colabore en la mejora de la sociedad en la que vive, desde su individualidad, es la única que garantiza los fundamentos de un sistema democrático. Sin esa educación liberal, de respeto de las libertades, la democracia se convierte en un pretexto para ejercer y manejar el poder.

La corrección política I (El Universo 13.03.2007)

Recientemente me visitó un buen amigo que fue compañero de estudios. Tenemos opiniones diferentes sobre política nacional e internacional. Cuando charlamos, lo hacemos con franqueza y sin reparos.
Hablamos de la centralidad de la región mediterránea en el panorama internacional actual; de las diferentes concepciones de vida a ambos lados de este mar. Cómo Europa, abierta y receptiva a influencias extrañas, lo filtra y asimila todo, mientras la ribera opuesta es la contradicción permanente entre religión y modernidad, entre apertura y miedo a perder su identidad.
Él vive en España pero es francés y sigue con gran interés todo lo ocurrido en aquel país, donde acaba de comenzar la campaña electoral. A la hora de comentar los problemas a los que se enfrenta la sociedad francesa, mencionó la inmigración. Para mostrar su preocupación, puso como ejemplo los incidentes violentos protagonizados por inmigrantes musulmanes el año pasado en distintas partes de Francia. Coincidió conmigo en la incapacidad de los musulmanes para integrarse en nuestra sociedad continental. Fue entonces cuando mi amigo cayó en la trampa. Su frase fue, “no soy racista, pero puede que vote a Sarkozy.” Y digo yo, ¿acaso es racista Sarkozy o cualquiera de sus votantes?
La postura de mi amigo no responde a elementos sentimentales o emocionales. Es una decisión racional, fruto de la observación de una realidad y de la constatación de unos hechos. Que se sienta obligado a justificarse demuestra cómo existen personas que temen ser tomadas por lo que no son, simplemente, por expresar su opinión. Hasta tal punto existe este temor, que muchos renuncian al derecho y a la responsabilidad de ejercer el libre pensamiento. A esto se le llama corrección política.
Tampoco es racismo decir que en España tenemos que ser cautos con nuestra política migratoria, o que el aumento de la criminalidad puede estar relacionado con la inmigración, sobre todo cuando se verifica que los ajustes de cuentas suelen darse entre bandas de latinoamericanos, que las mafias de Europa del Este se han asentado en nuestras costas aprovechando las bondades de nuestro código penal, o que los secuestros exprés en chalés españoles han sido llevados a cabo por antiguos militares de algunos países recién incorporados a Europa. O que muchas enfermedades ya erradicadas en España reaparecen con la llegada masiva de inmigrantes procedentes de zonas de riesgo. Evidentemente muchos inmigrantes vienen dispuestos a trabajar para labrarse un futuro mejor y su aportación es muy positiva, pero otros son delincuentes que acuden a nuestro país con el objetivo expreso de delinquir.
La corrección política, esa censura interna y externa en su peor forma, es una manera de sofocar el debate y coartar el libre intercambio de ideas y, también, de no afrontar los problemas reales. Lo dijo la senadora demócrata Bárbara Jordan durante la campaña electoral de Bill Clinton en 1992. Desde entonces, la corrección política ha cruzado el océano y ha ocupado Europa. Pero sin el ejercicio cívico de la responsabilidad es imposible la libertad y hace ya tiempo que mi amigo alcanzó la mayoría de edad. Como sujeto de esta sociedad civil, es capaz de forjar sus opiniones mediante el uso propio de la razón y de confrontarlas con otras posturas mediante un debate civilizado.

jueves, 29 de enero de 2009

Valor(es) (El Universo 08.03.2007)

Combatir el terrorismo desde el Estado de Derecho no es fácil. Hace falta perseverancia, principios morales y profundas convicciones democráticas. Una vez se olvidó esto en España y el Estado acabó convertido en verdugo. Fue con los GAL del gobierno socialista de Felipe González.
De Juana Chaos, o sea, el terrorista, o sea, “la cosa que mata,” buscaba la excarcelación a través de la coacción. Resistir este chantaje ridículo en forma de huelga de hambre no es difícil. Lo difícil, lo duro, fue no ceder al chantaje brutal que sufrió el Gobierno de Aznar cuando la vida de Miguel Angel Blanco estaba en juego y Ortega Lara se pudría en un zulo. No se cedió, no se podía. Ortega Lara lo comprendió; Miguel Ángel Blanco creemos que también.
Ocurre que en democracia las instituciones deben estar siempre por encima de los hombres; éstos perecen, aquéllas perduran. Ahora bien, un Estado y sus instituciones adquieren el valor de las personas que las representan. Si un presidente es íntegro y firme en sus convicciones, el Ejecutivo lo será; si el ministro del Interior es honesto, buscará la verdad y velará por la seguridad de los ciudadanos; si el ministro de Justicia y el fiscal general del Estado son hombres justos, habrá rectitud. Esas personas son responsables ante generaciones venideras.
Zapatero, como persona, puede tener las prioridades que quiera, pero Zapatero no puede olvidar que, como Presidente del Gobierno, su obligación es defender el orden constitucional. En este caso, lo que estaba en cuestión era si el Estado cedía o si mantenía los principios y la dignidad. No lo ha hecho.
De Juana Chaos, o sea, el terrorista, o sea, “la cosa que mata,” no sufría una enfermedad irreversible; optó voluntariamente por poner en peligro su vida. Atenuar su régimen penitenciario ha sido una decisión personal del Presidente del Gobierno. Y los argumentos que ha esgrimido, demuestran que su escala de valores no es propia del puesto que ocupa. Si la vida es el valor supremo, como ha dicho Zapatero a la hora de explicar sus decisión, ¿qué valor otorga a las de Gregorio Ordóñez, Fernando Buesa, Rafael Martínez Emperador, Jesús Cuesta Abril, y las 900 víctimas de ETA, o sea, la banda terrorista, o sea, “la cosa que mata”?
Con su decisión, Zapatero ha dejado establecido que es posible coaccionar y chantajear al gobierno de España; ha menospreciado a aquellos que hicieron el sacrificio último por los valores democráticos y constitucionales.
Nos cuentan que los mismos socialistas están asustados de lo envalentonados que están los etarras. Por eso es difícil ver motivos humanitarios detrás de esta decisión. Parece una concesión política de alguien que no tiene el valor de enfrentarse a los violentos.
Pero la “historia es colectiva” decía Claudio Sánchez Albornoz. Y lo trágico es que los efectos de las decisiones no los sufre sólo el que tiene la responsabilidad de tomarlas, sino el conjunto de la sociedad. Y esta es una decisión más contra nuestra democracia. Por eso Mikel Buesa, Presidente del Foro Ermua y una de las voces más lúcidas de la sociedad civil, exhorta a los españoles a la rebelión cívica para expulsar del poder al Sr. Zapatero. Es necesario.

Mucho pasado y poco futuro. Los españoles ante los líderes (El Universo 27.02.2007)

Escribe el cronista extranjero que cada vez que cambia el gobierno en España, cambian hasta los bedeles. Una reflexión que evidencia que el sectarismo invade nuestra vida pública, nuestra falta de madurez democrática y que, fuera de nuestras fronteras, no nos consideran un país serio.
Afrontémoslo, es difícil encontrar otra nación europea donde la dicotomía izquierda–derecha sea más profunda y virulenta; donde exista mayor dificultad para aunar voluntades y trabajar juntos por el porvenir del país. El problema, también, es que cada vez que ha surgido un líder con una idea clara de España y la voluntad de unir a los españoles detrás de un proyecto sólido, ha acabado devorado por esos mismos ciudadanos, que manipulados, sumidos en complejos y debilitados por el grave desconocimiento de nuestra historia, no nos atrevemos a superar fantasmas del pasado y encarar el futuro con valentía y esperanza.
Es el caso de Adolfo Suárez, artífice de la Transición, cuya figura se agiganta con los años y con cada nueva fechoría del Gobierno Zapatero. Se equivocan los que ven en la Transición el origen de los problemas nacionales de hoy en día. Hemos sido sus herederos, los que deberíamos saber aprovechar los frutos de aquel logro, los que hemos fallado. Nunca nadie imaginó una traición a España como la que se está perpetrando estos días. El homenaje que los españoles debemos a Suárez no ha llegado a tiempo y, hoy, este gran político es una sombra de lo que fue.
Igualmente ocurre con José María Aznar. En ocho años de gobierno puso a España a la cabeza del crecimiento económico europeo; cuando países como Francia y Alemania no lo hacían, consiguió que en dos años, el nuestro cumpliera los requisitos de Maastricht; supo unir a los españoles en la lucha antiterrorista, rescató a las víctimas del olvido, arrinconó a ETA en una ofensiva sin cuartel en todos los frentes; y colocó a España en primer plano de la escena internacional. Sin duda cometió errores, sobre todo hacia el final de su segundo mandato, pero siempre trabajó por el interés general y nunca renunció a su responsabilidad de representar a aquellos que no le habían votado.
En cambio, aquellos líderes que se empeñan en mirar al pasado en vez de al futuro; en hurgar en viejas heridas para realimentar revanchas; en enfrentar a los españoles; en ofender a los aliados naturales de nuestra nación; en coartar las libertades individuales; en corromper las instituciones; en perpetuarse en el poder; en no combatir a los radicales y a los violentos; en marginar de la vida política a aquellos que no piensan como ellos, aunque representen a medio país, gozan del beneplácito de los votantes un tiempo que algunos encuentran eternamente inexplicable.
España es hoy un país sin liderazgo y sin proyecto; vuelve a “estar mal, algo desgarrada y con su unidad amenazada.” Pedro J. Ramírez escribió hace tiempo, que “la historia de España ha sido lo suficientemente terrible como para admitir que toda experiencia es siempre empeorable, pero las actuales generaciones no tienen por qué ser rehenes del pasado hasta ese punto.”Sin embargo, los españoles nos empeñamos en serlo. Hoy volvemos a las andadas y asistimos al resurgimiento de ese utilitarismo maniqueo que tanto empobreció nuestra cultura en épocas pasadas.

Un Presidente sin legitimidad (El Universo 11.01.2007)

Exactamente veinticuatro horas antes del atentado etarra de la T-4, el Presidente Rodríguez Zapatero afirmaba que, en relación al terrorismo, estábamos mejor que hace un año y que dentro de otro lo estaríamos aún más. Un día antes de esas declaraciones, la eurodiputada socialista Rosa Díez alertaba acerca de evidentes signos de deterioro de la democracia española; de cómo se ha instalado en nuestra sociedad el relativismo, el positivismo a ultranza, el pensamiento fláccido, el optimismo ciego y patológico, el afán de cerrar los ojos ante aquella parte de la realidad que no nos gusta.
Los últimos tres años este Gobierno ha vivido al margen de la realidad. Y lo que es peor, ha intentado ocultar esa peligrosa realidad a muchos españoles. Pero ninguna sociedad avanza cerrando los ojos a lo evidente.
Nadie niega el derecho de este Gobierno a intentar acabar con el terrorismo etarra. Lo que se cuestiona y lo que preocupa es el cómo y el que se haga sin el consenso del único partido político con posibilidad de sustituir al actual en la lucha contra el terrorismo. Es cierto que otros gobiernos se reunieron con ETA, pero nunca antes se había temido tanto que se estuviera dispuesto a pagar un precio político por el fin de la violencia. Nunca antes hubo tanto oscurantismo ni tantas razones para la sospecha de que se negocia lo innegociable. Y si no es el caso, corresponde al gobierno despejar las dudas.
¿En que manos estamos cuando las palabras de un presidente, acerca de un proceso que es una apuesta personal suya, son desmentidas un día después con más de quinientos kilos de explosivos? ¿Cómo puede el Ministro del Interior alegar que la policía no le había avisado de que ETA iba a romper la tregua y quedarse tan tranquilo?
Tras el atentado del 30 de diciembre este Presidente carece de toda legitimidad para liderar cualquier lucha antiterrorista. Porque al cargarse el Pacto Antiterrorista, se cargó el arma más eficaz hasta ahora contra el terrorismo. Porque ha minimizado actos terroristas. Porque ha calificado los atentados como accidentes mortales. Porque ha escuchado a los terroristas y no a las víctimas. Porque ha consentido chivatazos policiales e intervenciones judiciales que debilitaron la defensa antiterrorista. Porque ha tolerado la recuperación política de Batasuna y ha permitido que este partido ilegalizado y que estaba moribundo vuelva a adueñarse de la calle.
Lo más dramático, sin embargo, es la incapacidad de liderazgo que transmite el Presidente Zapatero, precisamente en un momento en el que España necesita líderes y hombres de Estado. No se puede tardar nueve horas en comparecer ante la prensa tras un atentado de esta magnitud y connotación. No se puede tardar cuatro días en visitar a las víctimas. No se puede estar otros tantos sin aparecer por la zona del atentado. No se puede tardar dos semanas en comparecer en el Congreso de los Diputados como ha dicho que lo hará.
El señor Zapatero no es culpable del atentado de Barajas del día 30 de diciembre, porque sólo ETA lo es. Pero el actual Presidente del Gobierno español sí ha asumido responsabilidades morales y políticas, que en otras naciones podrían ser consideradas judiciales. El Presidente Zapatero ha debilitado al Estado de Derecho y ha acabado convertido en el instrumento necesario del rearme de ETA.

martes, 27 de enero de 2009

España como proyecto fallido II (El Universo 26.12.06)

Aleix-Vidal Quadras escribe que en España hemos vivido durante tres décadas dando por válidas dos hipótesis que el tiempo ha revelado falsas: la primera es que los partidos nacionalistas son fuerzas políticas como las demás, que por encima y más allá de sus objetivos concretos y de su particular ideología, comparten con el resto de la sociedad española unos fundamentos morales y un marco constitucional que respetarán en todo momento la democracia y la Constitución. La segunda y más importante, que los dos grandes partidos nacionales, el centro-derecha y el centro-izquierda, están dispuestos permanentemente a cerrar filas para defender a toda costa y sin vacilaciones la Constitución y el gran pacto civil que supuso la Transición.
Actualmente están en marcha en España una serie de proyectos de reformas constitucionales y estatutarias que representan modificaciones significativas cuando no la ruptura con el pacto civil de 1978. Estos “cambios” del presente orden constitucional buscan, en opinión de Vidal Quadras, liquidar a España como Nación. Igualmente hay en marcha una negociación con una banda terrorista para acabar con la violencia.
El nacionalismo es una deformación de la historia que entremezcla localismos tribales con hechos legendarios; una ideología que se proyecta constantemente hacia el futuro desde un pasado idílico que nunca existió, evitando el presente, que es donde residen los problemas de los ciudadanos. Vive instalado en la irresponsabilidad permanente. Sólo cabe combatirlo hasta la marginación política desde la unidad de los demócratas y el conocimiento de la historia.
Los terroristas etarras son la expresión violenta del nacionalismo elevada al paroxismo más abyecto. Al recurrir a la violencia los terroristas demuestran que no asumen el diálogo y el intercambio de ideas; su total incapacidad para adaptarse a la vida democrática. De conseguir la independencia aquello no sería una democracia sino una dictadura totalitaria. Con el terrorismo no se negocian treguas. Si quiere participar en la vida política que condene y renuncie a la violencia, y sino, se le combate y persigue. Se le aplica el Estado de Derecho.
Hoy Francia niega toda posibilidad de iniciar cualquier negociación con ETA, y cosa insólita, nos lleva la delantera en la lucha contra la banda terrorista. Igualmente, el gobierno británico suspende la autonomía de Irlanda del Norte cuando descubre que el IRA se está rearmando. Y no pasa nada porque actuar así es normalidad democrática. Lo anormal, lo insensato, es pactar con los terroristas el fin de la violencia, porque eso implica reconocer una interlocución política a quiénes ejercen el terror.
Zapatero no busca la unidad con el PP para construir España, prefiere acuerdos con nacionalistas y negociaciones (iniciadas en plena vigencia del Pacto por las Libertades) con terroristas –porque HB es una organización terrorista- para marginar a la derecha y a medio país de la vida política.
Zapatero ha convertido al socialismo español en una ideología de destrucción en vez de construcción nacional. Zapatero ha puesto en peligro la base misma de nuestra convivencia.

España como proyecto fallido I (El Universo 19.12.06)

Siempre es aconsejable leer a sabios. El ensayo España Invertebrada de Ortega y Gasset, aunque escrito en 1921, es de una actualidad sobrecogedora. Es un estudio sobre los problemas de España al hilo de una interpretación de su constitución histórica.
Decía el filósofo que lo que define una nación es un proyecto sugestivo de vida en común; que los grupos nacionales no conviven por estar juntos, sino para hacer algo juntos. En su opinión la unidad española se hace para realizar una gran empresa.
España fue el primer estado moderno (utilizo la palabra estado en su acepción burocrática y administrativa) de Europa; ocurrió en 1492. Y en 1812 -en Cádiz- se redactó la primera constitución liberal de todas las que vendrían después en el siglo de las revoluciones liberales europeas. Esta Constitución respondía a los nuevos principios abstractos definidos tras la revolución francesa. Por encima de todos destacaba el artículo 3, que decía que la soberanía reside esencialmente en la Nación, y por tanto, es derecho exclusivamente suyo establecer sus leyes fundamentales.
Tampoco está de más recordar que la Constitución de 1978 fue consensuada por todos los partidos políticos. Su proemio invoca “la Nación española”, y el artículo 2º explicita: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles; y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas.”
El columnista Arcadi Espada escribía recientemente (EL MUNDO 4-12-06) que la base para que nuestra democracia funcionara fue que tanto la derecha como la izquierda aceptaran una Constitución para todos, en la que el espíritu de la reconciliación estuviera por encima de las ansias de revancha. Era preciso enterrar las dos Españas para construir una España única de manera conjunta. Por eso es fundamental que los dos grandes partidos estén de acuerdo sobre los aspectos básicos para el desarrollo histórico del país, es decir, los que tengan mayor capacidad para unir a los españoles: el modelo territorial del Estado y la defensa de la libertad y la democracia frente al terrorismo. Por esta razón –sigue Espada- el cuestionamiento del modelo de Estado y la ruptura de la unidad frente a ETA dañan el consenso, base de la Constitución del 78.
A la hora de "definir la grave enfermedad que España sufre" Ortega advertía que muchas de estas dolencias españolas son comunes a toda Europa, aunque resultan menos visibles. También, frente a la idea tradicional de la decadencia de España, Ortega opinaba que esta decadencia no había existido, por no haber habido nunca un estado normal de salud. Con el Presidente Rodríguez Zapatero esta anormalidad se ha acentuado hasta tal punto que hacía tiempo que no se vivía la presente crispación política y social. Porque una nación –decía Ortega- es un sistema dinámico, una empresa, y por tanto o se está integrando o se está desintegrando.
Nuestro filósofo escribió su ensayo hace casi ochenta años, lo que evidencia, además de la vigencia de su obra, la gravedad de la situación. Lo poco que hemos avanzado. Pasados los siglos seguimos cuestionando si España es una nación.

El Líbano, de nuevo la guerra

Pierre Gemayel era una figura central de la política del Líbano. Un hombre contrario a la ocupación siria y que apostaba por la democracia y el entendimiento con Occidente. Era un Gemayel, un miembro del clan más representativo del cristianismo libanés. Una corriente que, como el sunismo que representaba Hariri, cree en la convivencia y en el respeto a los demás, apuesta por la democracia y por la independencia nacional.
Hace unas semanas calificaba en estas páginas de inconclusa la guerra que acababan de librar Irán-Hezbollah e Israel en suelo libanés. Escribía que la atomización de Irán es el problema más serio al que se enfrenta la comunidad internacional. Ahora el asesinato de Gemayel vuelve a poner de manifiesto la auténtica amenaza para la estabilidad de la región de Oriente Próximo. Aunque las acusaciones han recaído sobre el régimen de Damasco, es éste un régimen débil que no mueve ficha sin el consentimiento de Teherán.
Israel da por descontado que los iraníes persiguen la adquisición del arma nuclear. Aunque no existen pruebas definitivas, sí hay suficientes indicios en apoyo de esta tesis. Como buenos realistas, su inteligencia estará trabajando sobre la hipótesis más pesimista. De momento y en previsión de un enfrentamiento con Irán, el gobierno judío ha aumentado su presupuesto militar.
También, en su reciente viaje a EEUU, el Primer Ministro de Israel, Ehud Olmert, ha dejado entrever la posibilidad de que su país emprenda una acción militar contra Irán y su programa nuclear. La respuesta de Irán no se hizo esperar. Su presidente, Mahmud Ahmadinejad, vaticinaba la destrucción de Israel. Al igual que en el verano pasado el enfrentamiento, seguramente, tendrá lugar en escenarios secundarios: el Líbano, los territorios palestinos o tal vez incluso en Siria, aunque ésta última es menos probable.
El riesgo es alto. Nos encaminamos a un conflicto de tales dimensiones que elimine por muchos años cualquier esperanza de paz en la región.
Para Europa y Estados Unidos la independencia libanesa y la estabilización del naciente régimen democrático es uno de los objetivos más importantes, dentro de ese proceso de gran calado que es la reconstrucción de Oriente Medio. En un momento en que la comunidad internacional entera intensifica sus esfuerzos para buscar y lograr una solución al conflicto israelo-palestino; surgen nuevas iniciativas de paz y los principales actores firman un alto el fuego, otros buscan desestabilizar y servirse del caos imperante en la zona para convertirse en potencias regionales.
Irán y Siria se sienten fuertes y no van a cesar hasta trasformar el Líbano y Palestina en verdaderos enclaves islamistas. Para ellos la guerra civil es una opción perfectamente aceptable, sobre todo si es en suelo ajeno. Gemayel no será el último político moderado asesinado en Líbano. Otras ejecuciones están por llegar hasta desestabilizar este pobre país, que caerá definitivamente en manos de Siria si Occidente no actúa pronto y con decisión. Por eso es necesario dotar a FINUL de un mandato claro, aumentar el número de tropas y darles el armamento necesario para que puedan llevar a cabo su misión y para no revivir el trágico espectáculo de los Balcanes, donde cascos azules servían de tiro al blanco a francotiradores serbios. Y sobre todo, desde Europa debemos empezar a trasladar el mensaje de que estamos dispuestos a aceptar con mayor entereza la muerte de nuestros soldados en aquellas misiones que creemos justas y de nuestro interés.

El peso internacional de España (El Universo 23.11.06)

Los días 27 y 28 del pasado mes de octubre se celebró en Alicante, bajo Presidencia española, la XIII reunión del Foro Mediterráneo. Acudieron los Ministros de Asuntos Exteriores de los países que lo conforman: España, Portugal, Francia, Italia, Grecia, Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto, Turquía y Malta. Es éste un foro de diálogo y concertación entre dichos países, promoviendo una cooperación más estrecha entre ellos y actuando también como laboratorio de ideas para el Proceso de Barcelona.
Días después un Embajador español expresaba su disgusto por la escasa proyección mediática que había tenido esta cita. “Se han reunido los ministros de 11 países y algunos dicen que tiene una relevancia menor”, era su comentario.
En el Ministerio de Asuntos Exteriores español hay gente que trabaja mucho y bien. El problema suele llegar a la hora de capitalizar ese trabajo y sus resultados. Los vendedores, claro está, son los políticos. Como ejemplo reciente, tenemos la Cumbre de Barcelona de noviembre de 2005. La frase del Presidente Zapatero, “hay que aprobarlo como sea”, fue interpretada como falta de interés por los asuntos exteriores por parte del Jefe del Gobierno y ha permanecido en la mente de los ciudadanos, eclipsando los resultados positivos de aquella cumbre, que los hubo y muchos.
El enfado de este Embajador está parcialmente justificado. La preparación se hizo con cuidado y antelación. Los documentos elaborados apenas sufrieron modificaciones, indicativo de lo acertado de su contenido. Pero a mi modo de ver, la falta de interés por parte de la prensa corresponde a la pérdida de peso internacional que ha experimentado España desde la llegada al poder del actual gobierno.
Podemos valorar el apoyo de Aznar a la intervención en Irak, pero igualmente, debemos analizar si la forma en la que nos marchamos de allí fue la más acertada. La consecuencia ha sido la pérdida de credibilidad de nuestro potencial militar. Igualmente, nuestra participación en la reciente cumbre de Países No Alineados en La Habana, la foto del Presidente Zapatero con un pañuelo palestino alrededor del cuello, o los constantes guiños a personajes como Castro, Hugo Chávez o Evo Morales han dañado gravemente nuestra imagen internacional. Por no hablar del apoyo expresado por nuestro representante en la Alianza de Civilizaciones a la nuclearización de Irán.
Parece que la política de Zapatero tiende a perjudicar a Occidente, y particularmente a España, donde se muestra siempre benevolente con los posibles enemigos de dentro y de fuera. La política interna del actual ejecutivo causa perplejidad y preocupación en algunos países occidentales. EEUU ha mostrado su inquietud por el efecto desestabilizador que podría producirse si los procesos de reforma estatutaria, puestos en marcha en España, animan otros parecidos en el resto de Europa. Igualmente, la negociación en marcha con la banda terrorista ETA ha sido motivo de una profunda división a nivel continental, como ha demostrado la reciente votación en el Parlamento Europeo.
Zapatero es, seguramente, el líder europeo que menos viajes ha realizado al exterior hasta la fecha. Sin hablar de sus desplantes a países como Polonia o Rusia por motivos poco serios. Las escasas veces que ofrece ruedas de prensa, a éstas no acude prácticamente ningún corresponsal extranjero, y las preguntas que recibe suelen estar relacionadas con temas domésticos.
La opinión del Presidente del Gobierno Español sobre temas internacionales no suscita interés alguno. Y por tanto, la repercusión de cualquier iniciativa española en este terreno será también escasa.

El realismo en la política internacional (El Universo 16.11.06)

La principal característica que define al realismo es que las relaciones internacionales están gobernadas por una moral diferente a la que rige las políticas nacionales. Hans Morgenthau, el padre de esta teoría, dice que la ética moral, en lo abstracto, juzga las acciones humanas de acuerdo con su conformidad con la ley moral; la ética política las juzga de acuerdo con sus consecuencias políticas. El realismo conlleva una aplicación pragmática del poder y establece que las relaciones internacionales son una lucha entre los Estados por ese poder, para defender sus intereses.
En mi opinión, el realismo ha dominado las relaciones internacionales, prácticamente, hasta hoy en día. Cuando un estado ha tenido poder y, sobre todo, voluntad para ejercerlo, lo ha ejercido.
El realismo ha estado presente en la esfera internacional en el siglo XX. Después de que Hitler alterara el equilibrio de poder en Europa, Churchill, anti-comunista acérrimo, no dudó en aliarse con Stalin para hacer frente a lo que consideraba un mal mayor. Igualmente, es posible que los acuerdos de Dayton de 1995 no hubieran frenado el genocidio en Bosnia, si los EEUU no hubiesen reestablecido antes el equilibrio de fuerzas en la antigua Yugoslavia armando a las tropas croatas frente a las serbias.
En consecuencia, los realistas creen que los derechos humanos se extienden y se universalizan resolviendo relaciones de poder de forma que hagan más predecible y claro el castigo a los “injustos”. También, tienen en común su pesimismo, su falta de fé en que el progreso hacia un orden internacional más justo y pacífico pueda realizarse al margen del poder. Hechos como las matanzas de Vukovar y de Srebrenica, ocurridas en Yugoslavia, justifican, a mi modo de ver, esa falta de fé.
La principal lección que se puede extraer de los últimos años del siglo XX, es que las intervenciones en defensa de valores universales únicamente se han producido cuando han existido intereses más importantes detrás. No se trata de que las políticas exteriores de los países sean amorales, pues así, ninguna alianza ni tratado sería factible. Pero desde el punto de vista de los realistas, una política exterior guiada por imperativos morales estaría condenada al fracaso.
Nos guste o no, el mundo sigue siendo un lugar donde varios poderes que representan distintos valores y grados de altruismo compiten entre sí.
La intervención, por tanto, incluso con voluntad y fuerza necesaria para llevarla a cabo, será siempre selectiva. Con toda la carga de realismo que eso conlleva. El mismo hecho de que NU tenga éxito y se logre instaurar una sociedad global, se convierte en cuestionable desde el punto de vista realista, porque como nos recuerda Richard Nixon, “lo que mueve al mundo para bien o para mal, es el poder, y ninguna nación soberana va a renunciar a su poder a favor de NNUU ni ningún otro organismo –ni ahora ni nunca.”
Los realistas opinan que el conflicto es intrínseco a la humanidad. A lo largo de la historia, las ideas y las aspiraciones materiales han supuesto división y han llevado al enfrentamiento y a la guerra. En mi opinión, esto no va a cambiar. Debemos aceptar la presencia permanente del conflicto en las relaciones internacionales y elaborar políticas que tengan esto en cuenta.

El que se siente a gusto cuando otros no pueden (El Universo 27.10.06)

Momentos después de que un grupo nacionalista, del que formaban parte militantes y cargos públicos del Partido Socialista Catalán, insultara y golpeara a dirigentes del Partido Popular, el presidente Zapatero declaraba en Sabadell: “Yo siempre estoy feliz, me siento cómodo en Cataluña, no como otros dirigentes.”
Esa incomodidad a la que hace alusión Zapatero, es fruto de la persecución a la que unos ciudadanos están siendo sometidos por querer expresar libremente sus ideas ante un público que, voluntariamente, había ido a escucharlas. Lo habíamos visto ya durante la campaña previa al referéndum del Estatuto. Militantes de Ciudadanos de Cataluña y del Partido Popular fueron agredidos verbal, e incluso fisicamente. No hubo una condena seria a los insultos y mítines reventados.
Hechos como estos dan la razón a los que denuncian los peligros que el nacionalismo entraña para nuestra Nación y nuestra democracia. Demuestran que el nacionalismo es una ideología liberticida y no democrática, porque la democracia precisa libertad de pensamiento y de palabra, libertad para no atarse a ideas fijas y para discutirlas todas.
"¿Dónde está el máximo responsable de velar por los derechos y la seguridad de todos los ciudadanos? No estaba lejos. También estaba en Cataluña, en Sabadell. Mientras nosotros corríamos bajo una lluvia de piedras e insultos, él se jactaba ante los suyos de encontrarse cómodo en Cataluña, no como otros dirigentes..." Exclamaba indignada Cayetana Álvarez de Toledo, una de las agredidas.
Es preocupante que el único partido de oposición no pueda celebrar actos políticos en Cataluña. Es preocupante que este tipo de actitudes se hayan normalizado hasta el extremo de que nadie, a excepción de los que las padecen, proteste por ellas. Es preocupante la continúa inacción del Gobierno Zapatero, que debería ser de todos los españoles, para impedir y condenar estas acciones. Es preocupante la facilidad con la que nuestra sociedad encaja estos actos violentos que persiguen un objetivo político.
Esta violencia no se condena, no se combate, y, como resultado inevitable, se perpetúa y se legitima. Se institucionaliza.
Tiene razón Mariano Rajoy cuando dice que el Gobierno abdica de sus funciones al no proteger a estos políticos o al declararse incapaz de garantizar la seguridad de los asistentes a la cumbre de Ministros de Vivienda por miedo a los violentos.
Las palabras de Zapatero se enmarcan en el contexto preelectoral que vive esta comunidad autónoma, lo que las convierte, en más desafortunadas y peligrosas. No es lícito ni democrático buscar réditos electorales a costa de la persecución que sufren otros por expresar y defender su proyecto político.
Resulta impropio de una democracia occidental que los violentos ocupen la calle y los demócratas tengan que esconderse. Y es inexcusable que en una democracia el Estado no actúe con máxima contundencia para prevenir y reprimir esos actos.








Un poco de Historia (El Universo 05.01.09)

Cuenta la periodista Anne Applebaum, autora de Historia de los campos de concentración soviéticos, que en el turístico puente de Carlos, en Praga, decenas de visitantes occidentales compran con naturalidad recuerdos de la antigua URSS y, luego, los mismos que rechazarían con repugnancia una esvástica, se prenden risueños insignias con la hoz y el martillo. La lección, dice, es elocuente. Mientras el símbolo de un asesinato masivo nos horroriza, el símbolo de otro asesinato masivo nos hace sonreír.
El contexto histórico de la figura de Stalin y el mal que perpetró ha quedado mitigado a lo largo de los años por la coartada de que la Unión Soviética, dirigida por Stalin fue el aliado clave de las democracias occidentales en la derrota del que es definido como el régimen más perverso de la historia europea: el nazismo.
¿Cómo, el comunismo, un ideal de emancipación y de fraternidad universal pudo transformarse en una doctrina de poder absoluto del Estado, que practicó la discriminación sistemática de grupos sociales y de naciones enteras y recurrió a las deportaciones en masa y, muy frecuentemente a las masacres y las hambrunas como arma política?
Cien millones de muertos dice El Libro Negro del Comunismo. Frente a estas cifras surgen voces que tratan de defender que ese comunismo real nada tenía que ver con el comunismo ideal; que la teoría es buena pero se erró a la hora de ponerla en práctica. Sin embargo, ¿hasta que punto es inocente la ideología cuando esta sólo ha producido hombres como Lenin, Stalin, Mao Tse Tung, Pol Pot, Castro, Kim Il Sung o Mengistu? El argumento se desmorona al comprobar que los líderes y regímenes comunistas han devenido, sin excepción, en lo mismo: el totalitarismo y el terror.
El siglo XX estará siempre ligado al comunismo. Se inició con su nacimiento y concluyó con su derrumbe. Esta debacle supone, en mi opinión, el acontecimiento más importante del siglo pasado y, seguramente, de varios más.
Con la revolución de 1917 se establecía una ideología nacida para salvar al mundo y forzar a la humanidad a la felicidad absoluta. Casi un siglo después de su primer gran triunfo, el balance de la experiencia comunista, ese intento de crear el cielo en la tierra y un nuevo tipo de hombre, es trágico. Millones de víctimas, vidas reales e irremplazables, fueron sacrificadas para llevar a cabo un ideal que no sólo no se realizó, sino que jamás pareció estar a nuestro alcance.
La educación básica del ser humano después de Auschwitz debe impedir que se olvide este campo de exterminio nazi, dice Theodor Adorno. No seré yo quien ponga esto en duda. Pero no deja de sorprender que el Holocausto de seis millones de judíos en la Segunda Guerra Mundial haya dejado mayor huella en la historia que el genocidio comunista, que cuantitativamente es muy superior e incluso lo precedió e inspiró.
Efectivamente los nombres de los campos de concentración de Bergen-Belsen, Dachau, Auschwitz-Birkenau, Treblinka, Mathausen, o algunos testimonios de su horror como Primo Levi, Jean Améry o Jorge Semprún, son bien conocidos. Igualmente lo son los de Himler, Eichman o Méngüele. No lo son tanto los de Kolymá, Solovky, Perm, Vorkutá, Sandarmoj, Belomorkanal o los de Mandelstam, Sajarov, Vassili Grossman, Varlam Shalamov, Janusz Bardach. Ni tampoco los de Dzerzhinsky, Pagoda o Yezhov.
Parece que los cien millones no tendrán nunca la dignidad fúnebre del Holocausto. Y sin embargo, los setenta años de leninismo deberían ser también una lección para no olvidar.