Escuchemos. Hablan José Luis Rodriguez Zapatero y José Blanco. Afirma el Presidente representar la España serena. Y que la Historia nos enseña que cuando la derecha grita España, gran parte del país se pone a temblar, lo dice el número dos del PSOE. Pero claro, la serenidad a la que aspira el primero es aquella en la que media nación, la que vota PP, no pueda ejercer sus derechos políticos. El segundo desconoce la Historia.
El humor, extensión de la inteligencia, nos brinda consuelo cuando todo empuja al desconsuelo. Así, resulta más aleccionador leer a Groucho Marx que escuchar a estos políticos. Decía este humorista entrañable y lúcido: “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después remedios equivocados.” Sin duda habría definido a ambos como expertos de la política.
Los gobiernos cambian por mala gestión o porque el líder del momento no ha sabido hace valer sus razones, implicar en ellas a los ciudadanos. No es frecuente ser elegido Presidente en circunstancias tan propicias como lo fue Zapatero: un excelente legado económico, una ETA acorralada y, consecuencia de las anteriores, una imagen internacional muy valorada, debido también al ascendente de España en Washington. Como si se hubiera decidido, al igual que los antiguos egipcios, un “damnatio memoriae” o destrucción del recuerdo, se ha arruinado la herencia recibida.
La idea nuclear de ZP, que el concepto de Nación algo discutido y discutible es la clave. De esa afirmación derivan los problemas que padecen hoy los que creen en aquellas categorías que desde 1789 fundan la libertad en Europa: que el poder constituyente de la nación es previo a cualquier poder constituido. Si ETA estaba postrada, en vez de rematarla, se ha preferido postrar a la Nación e iniciar un “Proceso de Paz” y, de paso, resquebrajar el Estado de Derecho; se ha pasado de ilegalizar a Batasuna a su vuelta a las instituciones; del respeto a las víctimas de ETA a tratar a terroristas cómo hombres de paz; de una economía de ahorro a dilapidar lo que deberíamos guardar para el futuro; de las privatizaciones al intervencionismo; del respeto a las instituciones, a las broncas públicas de la Vice-Presidenta a una de las máximas representantes del Poder Judicial; de una España que era una balsa de aceite, a quemar imágenes del Jefe del Estado… Lo más dañino es el ambiente de enfrentamiento que se va instalando entre los ciudadanos españoles, fruto de la fuerte crispación política que se percibe.
En el discurso de ambos socialistas se percibe esa superioridad moral autoasignada, donde la izquierda es más demócrata y dueña absoluta de la verdad; su empeño en hablar de dos Españas, ignorando el significado de la Constitución de 1978; pero sobre todo, incapacidad autocrítica y de regeneración. De ahí que algunos de sus activos más importantes decidan marcharse y fundar una nueva formación.
¿Ha mejorado España en estos años de Gobierno Zapatero? La situación actual es la más preocupante desde la Transición. Nunca, desde 1978, se habían producido actos de repudio, listas negras y nombramientos de personas non gratas. En una democracia sana, o se cambia de emisora o se va a los juzgados. No se intenta, ni se aceptan presiones para callar a alguien por opinar.
El humor, extensión de la inteligencia, nos brinda consuelo cuando todo empuja al desconsuelo. Así, resulta más aleccionador leer a Groucho Marx que escuchar a estos políticos. Decía este humorista entrañable y lúcido: “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después remedios equivocados.” Sin duda habría definido a ambos como expertos de la política.
Los gobiernos cambian por mala gestión o porque el líder del momento no ha sabido hace valer sus razones, implicar en ellas a los ciudadanos. No es frecuente ser elegido Presidente en circunstancias tan propicias como lo fue Zapatero: un excelente legado económico, una ETA acorralada y, consecuencia de las anteriores, una imagen internacional muy valorada, debido también al ascendente de España en Washington. Como si se hubiera decidido, al igual que los antiguos egipcios, un “damnatio memoriae” o destrucción del recuerdo, se ha arruinado la herencia recibida.
La idea nuclear de ZP, que el concepto de Nación algo discutido y discutible es la clave. De esa afirmación derivan los problemas que padecen hoy los que creen en aquellas categorías que desde 1789 fundan la libertad en Europa: que el poder constituyente de la nación es previo a cualquier poder constituido. Si ETA estaba postrada, en vez de rematarla, se ha preferido postrar a la Nación e iniciar un “Proceso de Paz” y, de paso, resquebrajar el Estado de Derecho; se ha pasado de ilegalizar a Batasuna a su vuelta a las instituciones; del respeto a las víctimas de ETA a tratar a terroristas cómo hombres de paz; de una economía de ahorro a dilapidar lo que deberíamos guardar para el futuro; de las privatizaciones al intervencionismo; del respeto a las instituciones, a las broncas públicas de la Vice-Presidenta a una de las máximas representantes del Poder Judicial; de una España que era una balsa de aceite, a quemar imágenes del Jefe del Estado… Lo más dañino es el ambiente de enfrentamiento que se va instalando entre los ciudadanos españoles, fruto de la fuerte crispación política que se percibe.
En el discurso de ambos socialistas se percibe esa superioridad moral autoasignada, donde la izquierda es más demócrata y dueña absoluta de la verdad; su empeño en hablar de dos Españas, ignorando el significado de la Constitución de 1978; pero sobre todo, incapacidad autocrítica y de regeneración. De ahí que algunos de sus activos más importantes decidan marcharse y fundar una nueva formación.
¿Ha mejorado España en estos años de Gobierno Zapatero? La situación actual es la más preocupante desde la Transición. Nunca, desde 1978, se habían producido actos de repudio, listas negras y nombramientos de personas non gratas. En una democracia sana, o se cambia de emisora o se va a los juzgados. No se intenta, ni se aceptan presiones para callar a alguien por opinar.
El Sr. Zapatero, el Sr. Blanco y la izquierda en general, pronuncian incesantemente la palabra democracia. Y sin embargo, demuestran una enorme dificultad a la hora de reconocer qué es democracia.
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