viernes, 30 de enero de 2009

Caricaturas (18.12.2008)

Se lo escuché primero a Gabriel Albiac y más tarde a un Embajador: “el problema con nuestros políticos, es que caen fácilmente en la caricatura.” Tarde o temprano ocurre, es cierto, pero ZP ha batido records.
En España, el problema se agrava por la ausencia de una separación de poderes real y efectiva. El Ejecutivo y el Legislativo son uno y el mismo, siendo muy difícil separar donde acaba la capacidad de crear leyes y donde empieza la de ejecutarlas. ¿Cómo se va a diferenciar si apenas se distingue entre gobierno y partido? Mientras existan listas cerradas y la disciplina de partido que de ellas deriva, faltará una mayor participación ciudadana en la vida política y un contrapeso y control esencial al poder presidencial.
Al mismo tiempo, la aberrante satisfacción con la que PP y PSOE celebraron hace unos meses el reparto del Poder Judicial, demuestra que en nuestro país, la Justicia no es independiente. Y si ésta no lo es, la democracia tampoco es. Nuestra Carta Magna está muerta, efectivamente, el principio consagrado por Monstesquieu lleva años incumpliéndose. De ahí que la Justicia sea una de las instituciones peor valoradas por los ciudadanos españoles. Y ¿cómo no al observar juicios donde etarras menosprecian a magistrados? Si el terrorista se atreve a amenazar al juez, es que el ciudadano está insuficientemente protegido por la Ley.
Consecuencia de lo anterior, la excesiva concentración de poderes en el Ejecutivo favorece el llamado síndrome de la Moncloa (que no es más que la ida de olla de los políticos a partir de la segunda legislatura), donde un presidente avaro de sus excesivas prerrogativas y ensoberbecido por el poder, no recibe a sus Ministros o, engreído, se aísla, autista a la realidad que le rodea. Reina pero no gobierna.
Hasta aquí elementos achacables al sistema. Ahora, los que a mi modo de ver son achacables a ZP.
Para empezar, este hombre carece de una idea de España, único país del mundo definible como nación de naciones. Desconoce y desprecia su historia, que no es precisamente, la de su abuelo. ZP no se considera heredero de 1978 sino de 1931 y por tanto, dispuesto a cometer los mismos errores de una República que se hundió porque carecía de republicanos y demócratas que la defendieran.
La política que ha venido realizando, caracterizada por actuaciones de cara a la galería -y no a la de tiro precisamente- demuestra una ausencia de fondo y contenido; la falta de preparación intelectual de alguien que no está preparado para ocupar el cargo que detenta. Los actos propagandísticos (Ministerio de Igualdad, quedarse sentado al paso de una bandera aliada, ¿Ministerio del Deporte?…) tienen un efecto a corto plazo, pero no suponen llevar al país en la dirección correcta.
Su confesión a Millás de que todas las noches le repite a su mujer. “no sabes, la cantidad de cientos de miles de españoles que podrían gobernar”, indica que es inconsciente de su responsabilidad como gobernante. La historia demuestra que el poder no es entregable a cualquiera.
Este Presidente ha demostrado ser un peligroso improvisador. Ignora que la realidad y la historia no son una sucesión de acontecimientos estancos e inconexos entre sí, sino un relato continuo, donde las decisiones que se toman en el presente, influyen y moldean el futuro.
“El poder no me va a cambiar”, dijo hace tiempo ZP. Eso es lo triste, ya era así antes de ser presidente.

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