Aparte de la utilización de la violencia ejercida contra miembros de la alternativa política (11-M y elecciones de Cataluña), la politización de la Justicia para acabar con la oposición (caso Bermejo y Garzón), del uso del terrorismo para perpetuarse en el poder (negociaciones con ETA), hay una cosa más en la estrategia política del PSOE de ZP que hiede: la recuperación de Felipe González (FG) en época de campaña electoral.
Sin duda, el que fuera el primer presidente socialista de la España post-franquista puede alegar logros en sus 13 años de gobierno (sólo faltaría): la reconversión industrial de España, el ingreso en la OTAN y en la CEE, la puesta en marcha del Proceso de Barcelona... Pero el balance final de su gestión no le convierte en un referente al que acudir en busca de inspiración.
Efectivamente, en aquellos años no se produjo la modernización ni la liberalización que muchos españoles esperaban. Aquella no fue la década roja que pudo haber sido. La corrupción económica, pero la más grave corrupción institucional, alcanzó límites que pusieron en serio riesgo la propia naturaleza democrática de nuestro país.
El terrorismo de Estado (algo muy ligado a la trayectoria del PSOE desde sus orígenes), las escuchas ilegales del CESID, la financiación ilegal (casos Filesa e Ibercorp), el cierre de programas de radio y TV (La Clave de José Luis Balbín), por no hablar de las feroces campañas de descrédito contra aquellos que alzaron la voz (Antonio Herrero), son propios de un proyecto totalitario que tiene la intención de convertirse en régimen y perpetuarse en el poder.
Pero claro, la democracia -la alternancia, el debate, la renovación, la tolerancia, la libertad, la legalidad- es lo opuesto al programa de los socialistas que ni conciben ni aceptan no ocupar el poder.
Pero claro, la democracia -la alternancia, el debate, la renovación, la tolerancia, la libertad, la legalidad- es lo opuesto al programa de los socialistas que ni conciben ni aceptan no ocupar el poder.
Tras las elecciones de 2008, ZP se jactaba de que el PSOE “ha gobernado” ¾ de nuestros 30 años en democracia. Como si la salud democrática de una nación se midiese por el tiempo que un partido ha estado en el poder y no por la alternancia, que –cómo decía Churchill- es lo que fecunda el suelo de la democracia. Lea usted más a los liberales, Sr. Presidente.
Causa irritación que en Perú, que no es un ejemplo de democracia, Alberto Fujimori, acusado de crímenes muy parecidos a los que se cometieron en la etapa felipista, esté siendo juzgado por ellos. Mientras, nuestro país –octava potencia económica del mundo y miembro de la UE- parece inmune a la idea de juzgar a sus políticos y el ciudadano no sabe qué tiene que ocurrir para que uno de ellos dimita o sea cesado. Bermejo ha dimitido, sí, pero es que jamás debió ser Ministro.
Si FG empleaba a Rubalcaba para negar la existencia de los GAL, ZP lo hace para ocultar las negociaciones con ETA. Rubalcaba, el que nunca dice la verdad es el que exigía un gobierno que no mienta. Recuperando la figura del que debería ser un paria social y político, ZP muestra escaso respeto a las instituciones y las mismas convicciones democráticas que FG.
Si FG empleaba a Rubalcaba para negar la existencia de los GAL, ZP lo hace para ocultar las negociaciones con ETA. Rubalcaba, el que nunca dice la verdad es el que exigía un gobierno que no mienta. Recuperando la figura del que debería ser un paria social y político, ZP muestra escaso respeto a las instituciones y las mismas convicciones democráticas que FG.
Uno de los efectos más perniciosos de estos nefastos años zapateriles, es la reivindicación que se está empezando a hacer de la figura de FG. Aquel que puso la bases de lo que un lúcido periodista llamó “Dictadura Silenciosa.” Como si no tuviese cosas de las que renegar, el PSOE sigue siendo el de siempre: el gobierno del partido, por el partido y para el partido.
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